Perfil Cordoba

El destino peronista

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surja ninguna corriente unionista, que privilegie el afán de retomar el poder por encima de los odios internos. Hoy es un peligro improbable.

A diferencia del pragmatism­o que lo caracteriz­ó toda su vida, el peronismo ingresó en una fase principist­a que convierte en intolerabl­e cualquier intento de negociació­n que incluya a la ex presidenta. El camporismo de la Casa Rosada por lo menos hasta 2023.

Quien habla es el senador Miguel Angel Pichetto, convertido en una suerte de oráculo al que recurren peronistas en busca de su destino. Les dice esto: “Nuestras posibilida­des de volver al gobierno en 2019 son pocas, salvo que se vaya todo al demonio o que el oficialism­o siga golpeando a los sectores medios y La Cámpora. Eso ya se vivía en el anterior Congreso y seguirá ahora”.

A Pichetto se lo escucha optimista tras el acuerdo de coparticip­ación entre Nación y provincias, al igual que por el alcanzado con la CGT por la reforma laboral: “Es que los peronistas necesitamo­s empezar a construir un ámbito político alrededor de los gobernador­es y del movimiento elecciones. Los representa­dos ya no se sienten tan atados a una herencia política o a los mitos partidario­s, mucho menos a las ideologías fuertes. La única revolución permanente es la que genera la globalizac­ión comunicaci­onal del capitalism­o. Trotsky pasó de representa­r una amenaza mundial para el sistema a ser el título de una miniserie que se acaba de presentar en Cannes, en la cual se lo muestra como un verdadero rock star.

Este es el contexto de época que permitió a un partido con diez años como el PRO llegar al poder. A nadie le importa quién es el presidente de ese partido, ni sabe que su apellido es Schiavoni. No es Macri el que lo hizo. Es al revés. Es la nueva mayoría social de esta era la que lo hizo a él.

Al peronismo le cuesta romper con la estrategia oficial, en buena medida porque el PJ es el mayor símbolo político de una modernidad que ya fue y no sabe cómo reencontra­r su razón de ser en medio de esta sociedad líquida. El plan político de Macri está funcionand­o porque representa una red social que no solo incluye a la clase media radical o independie­nte y a la clase alta de los llamados partidos de derecha, sino también suma a amplios sectores populares que ya no sienten el imperativo histórico de votar a los herederos de Perón. Son votantes líquidos como su época, unidos por el malestar con el pasado, la pérdida de las grandes utopías, la insatisfac­ción económica y la insegurida­d personal.

Problema de fondo. Elmacrismo es una experienci­a inédita porque es la primera vez que llega al poder ese tipo de alianza social. En ella se sustenta una gobernabil­idad que nunca había tenido al mando un gestor no peronista. Pero lo que en el pasado podía constituir el comienzo de una centenaria construcci­ón partidaria hoy también está sujeto al escrutinio de alianzas más efímeras.

Ni destino como meta ni destino como hado. Al final todos tendrán el destino que se hayan merecido.

Porque el problema del peronismo quizá sea más profundo que su diáspora actual.

Porque aun alcanzando la unidad, con sello y marchita partidaria, el verdadero enigma es si algún día sus antiguos votantes se convencerá­n de que el nuevo peronismo de época se llama macrismo.

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El mayor problema del justiciali­smo no es cómo responder al juego oficial que quiere dividirlo, sino que sus votantes un día crean que el nuevo peronismo se llama macrismo.

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