Una invitación teatral perfecta en nuestro circuito comercial
armada como un juego de ajedrez, inteligente, ingenioso, sin groserías, ni tampoco encasillamientos por parte del dramaturgo hacia sus criaturas… nadie es tan bueno, ni tan malo y ahí está el mayor acierto. En este texto versionado por Veronese se intuye alguna síntesis, ya que el público español prefiere espectáculos teatrales largos, mientras que el nuestro no. Aquí nuevamente se muestra como un gran director de actores, sobre todo cuando encuentra a este cuarteto que lo sigue a la perfección y lo hace recorrer con acierto todo el espacio escénico. El dúo integrado por Jorge Suárez y Carlos Belloso (el mismo de El inspector, el año pasado en el San Martín) confirma la química escénica. Tanto Viviana Saccone como María Zubirí contraponen a estos dos caballeros con seguridad y presencia. No hay papeles secundarios, todos son importantes y están ajustados. Para que esta teatralidad realista acierte exige credibilidad y ellos la consiguen. Enmarcada en una escenografía de Rodrigo González Garillo con todo tipo de detalles, sumado a los guiños en el vestuario de Betiana Temkin y la iluminación de Eli Sirlin, resulta una invitación teatral perfecta. No siempre los escenarios comerciales proponen una reflexión, porque no alcanza con presentar un espejo, hay que tener qué decir con las críticas a esta sociedad cada vez más compleja.