Hacia un nuevo totalitarismo
Las nuevas caras de la derecha la emergencia –heterogénea y en tránsito– de una nueva derecha posideológica y posmoderna que amalgama elementos populistas, neoliberales, autoritarios, conservadores, nacionalistas, xenófobos, e incluso (entre otros rasgos contradictorios) progresistas.
Esta mezcla en la conformación de los movimientos posfascistas, que no se da en todos a la vez o de la misma manera, obliga a Traverso a deslindarlos del fascismo, del neofascismo (como el partido griego Amanecer Dorado), del populismo social (el chavismo o el kirchnerismo) y del “islamofascismo” –un vocablo usado por George W. Bush, Nicolas Sarkozy o Marine Le Pen para definir al fundamentalismo terrorista de Estado Islámico (Isis o EI)– como a su vez a estas fuerzas políticas entre sí. En relación con las formaciones populistas de izquierda (también Podemos en España), el posfascismo –un populismo de derecha, en última instancia– se diferencia por su carácter reaccionario, oligárquico y neoliberal, pero del fascismo y el neofascismo por su falta de ideología fuerte (ausencia del culto a la sangre o la tierra), el pragmatismo, las políticas económicas neoliberales, el reemplazo del nacionalismo por la identidad nacional y el relativo conservadurismo o neoconservadurismo. Sin embargo, la caracterización de “islamofascismo” respecto del EI, para Traverso, que la rechaza, no es más que una máscara autojustificadora de la xenofobia posfascista de matriz colonial a través de la cual se muestra su raíz totalitaria más profunda: el fascismo.
Según este nuevo régimen de historicidad, las derechas posfascistas (Alternativa para Alemania, el austríaco Partido de la Libertad, la Lega Nord italiana, el Frente Nacional francés, el gobierno de Macron y en cierta manera el de Trump, entre otras manifestaciones) se caracterizan por la xenofobia, la “islamofobia” (ya no el antisemitismo), el énfasis en la seguridad, la propensión al autoritarismo (la modalidad jupitérien de Macron), el eclecticismo antipolítico y posideológico (Trump como caso extremo), el populismo neoliberal, el proteccionismo económico, el cuestionamiento de los poderes establecidos (también, aunque no demasiado, de la globalización capitalista), el “progresismo” en algunos aspectos (el FN defendiendo el uso de la minifalda contra la burka y el burkini islámicos o el feminismo de Macron). Todo lo cual, y sobre todo el paradigma de la sociedad de mercado como modo de vida, ya denun-