Ecuación y experimento
Infernales fueron ajenas. Charlotte consideraba que su familia era como “Papas brotando de un sótano”. El aislamiento les jugaba en contra a la hora de darse a conocer a esa sociedad que aspiraban a conquistar literariamente. De aquí el asombro y estupor que produce, a lectores y estudiosos, ese genio que pareció gestarse por sí solo en un páramo provinciano.
Las Brontë descartaron a su hermano de la ecuación literaria, cuando decidieron autopublicar un libro que reuniera sus poesías. Esa escisión tiene un detalle patético porque, una vez consagradas, Branwell le confesó a un amigo cercano la admiración que le inspiraba el trabajo de sus hermanas. El primer experimento de las Brontë vendió en un año el fastuoso número de dos ejemplares. Pero el fracaso y el sucesivo rechazo de los editores, en vez de amilanarlas, las fortaleció.
Una vez que se ganaron al público, complicaciones legales y posibles estafas por parte de los editores, las obligaron a emerger de su ostracismo, dejando atrás sus raros seudónimos. Ninguna era demasiado bella, elegante o dueña de modales encantadores. Eran algo que por entonces no se conocía en las afectaciones sociales de la rígida sociedad victoriana. Las Brontë, con sus pasiones descarnadas, con sus ambivalencias, contradicciones y con su genio y abandono fueron mujeres modernas. Los prototipos de ese molde que quebraría la figura preponderante del hombre, como conductor de una sociedad en donde la mujer era un adorno de porcelana o un instrumento.
Los personajes principales de Infernales son Charlotte y su her-