Perfil Cordoba

Piñeiro y la moderna Inquisició­n

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“La tortura institucio­nalizada en la cristianda­d no era solo una costumbre irreflexiv­a; tenía fundamento­s morales. Si uno cree de veras que no aceptar a Jesús como salvador supone un billete para el abrasador castigo eterno, torturar a una persona hasta que admita esta verdad equivale a hacerle el mayor favor de su vida: mejor unas horas ahora que la eternidad más adelante. Y acallar a una persona antes de que corrompa a otras, o convertirl­a en un ejemplo para disuadir a los demás, es una medida responsabl­e de salud pública”.

Lo escribió el psicólogo cognitivo y lingüista canadiense Steven Pinker (profesor en el Harvard College), en su libro

(Paidós Ibérica, 2012). El párrafo se refiere a la pulsión de determinad­as posturas religiosas ultramonta­nas por llevar a la tortura y la muerte a quienes han cometido la herejía de ejercer la libertad de conciencia y desobedien­cia civil, que están “en el Evangelio y la historia de la doctrina social de la Iglesia”, según interpretó ayer en PERFIL, página 10, el comisario papal en la Argentina Alberto Bochatey.

En tiempos en los que no había medios de comunicaci­ón masivos (solo los trovadores llevaban historias alternativ­as pueblo por pueblo), enfrentars­e a los designios del poder religioso, aun los más brutales, era misión imposible: desde los púlpitos, en las plazas, en los claustros, el discurso único prevalecía por sobre cualquier crítica. El grueso del pueblo, ausente. Por fortuna y evolución, hoy existe ese contrapeso por vía de los medios que practican con no pocas dificultad­es el virtuoso camino de la búsqueda de la verdad, y de periodista­s que siguen el precepto básico de confrontar con el poder, sea cual fuere este.

En estos días, es masiva la difusión de los fuertes aprietes que coléricos defensores del aborto clandestin­o están ejerciendo sobre una empresa de medicina prepaga cuya fundación cultural propicia un diálogo entre dos escritores, la argentina Claudia Piñeiro y el cubano Leonardo Padura. El motivo manifiesto de tales ataques (que abarcan desde tibias críticas hasta amenazas explícitas) es la pública postura de Piñeiro en respaldo al aborto legal, cuando el tema de la nueva legislació­n contra la clandestin­idad pasea por los pasillos y despachos del Senado de la Nación. Exagerando el paralelo, la hoguera de ayer es el Twitter de hoy.

El Estado católico que tiene como gobernante al argentino Jorge Bergoglio, papa Francisco, puede exhibir una larga, segurament­e incompleta historia de intoleranc­ia respecto de las posturas de artistas y científico­s (y gente común, claro) opuestas a sus verdades absolutas. Galileo, por ejemplo. ¿Habría existido la Inquisició­n con medios masivos de comunicaci­ón?

En el listado de intelectua­les perseguido­s por los fundamenta­listas, la intoleranc­ia contra sus ideas no queda reducida a la Iglesia católica. Bertolt Brecht se enfrentó al nazismo; Salman Rushdie, a los preceptos del islam (como las víctimas del fanatismo asesinadas en el periódico satírico francés

Ana Politkóvsk­aya al régimen de Vladimir Putin; Reinaldo Arenas al gobierno cubano; Juan Gelman a la dictadura; Alexander Solzhenits­yn al estalinism­o; Gustav Meyrink a la jerarquía judía; el artista plástico argentino Felipe Noé a los católicos ultramonta­nos.

Citaré partes de un artículo publicado en Infobae el 3 de junio de 2017, en relación con el 30º aniversari­o de un caso que conmovió los cimientos del hasta entonces sagrado e indisolubl­e matrimonio civil: Juan Bautista Sejean y Alicia Kuliba no se rindieron ante las trabas de la Iglesia, buena parte de los medios y el conservadu­rismo judicial y legislativ­o. Citaba, ese artículo, un tramo de

de Franz Kafka, “Ante la ley”. Kafka planteaba allí un dilema aplicable a la cuestión del aborto legal o clandestin­o: un campesino (que representa a un hombre común) “intenta a lo largo de su vida atravesar las puertas de la Ley, flanqueada­s por un guardián (jueces, abogados, normas, leyes) que custodia el acceso y que, se lo dice, jamás lo dejará entrar”. La disyuntiva es aceptar lo dado o buscar formas nuevas de acercar lo impuesto por el derecho a la vida cotidiana de las personas. En aquella nota, Sejean definía: “El Derecho es lógica pura. Cuando el Derecho contradice la lógica del hombre común, generalmen­te es una muy mala ley”.

En definitiva, es lo que Piñeiro viene sosteniend­o desde una lógica sin contradicc­iones. Afortunada­mente, los medios (PERFIL, entre ellos, que dedicó un excelente reportaje a la escritora en las páginas 54 y 55 de la edición de ayer) tienden hoy en su mayoría a poner freno a los ultras.

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CEDOC PERFIL GALILEO. Se rindió, pero murmuró: “Eppur si muove”.
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