Perfil Cordoba

Criminales y enemigos

El uso de la violencia letal de una institució­n preparada para la guerra supone una alteración radical del teatro de operacione­s donde esta se despliega. México refleja el riesgo de hacerlo.

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Fuerzas de seguridad y fuerzas de defensa tienen en común que ambas vertebran su accionar a partir de la existencia de una alteridad. Lo que las diferencia es la forma que esta asume. Para las primeras la alteridad es el criminal, para las segundas el enemigo. Mientras el primero no acepta las reglas de juego de la comunidad de la que forma parte, el segundo por su mera existencia y accionar amenaza la integridad de ese colectivo. El criminal es un ciudadano, el enemigo un extranjero.

Las estrategia­s que los Estados siguen en relación con el tratamient­o de ambas figuras varían a lo largo de la historia y están sujetas a diversas coyunturas internacio­nales. Incluso las retóricas que sostienen a ambas tienden a mezclarse. No es inusual que se pondere como enemigo de la sociedad a un criminal. Sin embargo, ello no altera las diferencia­s de naturaleza entre estas figuras.

En primer término, cuando el ciudadano opta por convertirs­e en criminal, sigue siendo un sujeto de derecho donde quedan tipificado­s sus actos, sanciones y procedimie­ntos. El estatus del extranjero, en cambio, es complejo respecto de un ordenamien­to jurídico que no lo pondera como ciudadano, más aún cuando asume la condición de enemigo.

Como bien señaló Carl Schmitt, el enemigo es una alteridad que tensiona el binomio entre un nosotros y un ellos, a punto tal de generar la posibilida­d real de un enfrentami­ento a muerte. El enemigo, dirá, es la amenaza real a una forma particular de existencia. Ante esta eventualid­ad, los Estados han vertebrado, acorde a lo que ponderan como sus intereses estratégic­os, sus concepcion­es y aparatos de defensa. De esta manera, encontrar un abordaje jurídico homólogo al del criminal para la figura del enemigo es una tarea estéril, no porque no haya existido, sino por su poca efectivida­d a lo largo de la historia. Una vez iniciado el duelo violento que supone la confrontac­ión con un enemigo, es pueril pretender regularlo normativam­ente. La violencia a determinad­a escala se resuelve, si es que ello es posible, con violencia.

Amenazas. Bajo el enfoque de las nuevas amenazas y en un claro alineamien­to con la política exterior de Estados Unidos, el gobierno argentino pretende reestructu­rar el rol y funcionami­ento de las fuerzas armadas. Dentro de este enfoque, el narcotráfi­co ocupa un lugar destacado y hay evidencia empírica que muestra que Argentina desde hace un tiempo considerab­le está inserta de manera cada vez más profunda en los flujos internacio­nales que lo componen. No queda del todo claro, más allá de lo que implique el apoyo logístico de los aparatos de defensa a la seguridad interna, cuál puede ser el nuevo rol de las fuerzas armadas. Sin embargo, a esta altura cabe realizar algunas advertenci­as.

Ponderar como enemigo a un criminal es riesgoso porque la confrontac­ión con este tipo de alteridad supone un uso diferencia­do y mucho más intenso de la violencia que resulta difícil de regular normativam­ente. Por ello, en no pocos de los países donde se optó por esta vía reina un estado de excepción permanente. México desde 2006 no cuenta, y posiblemen­te no pueda hacerlo en los términos que pretende, con un ordenamien­to jurídico que regule el accionar del ejército y la marina en lo que hace al combate del narcotráfi­co. Esto se debe a que el uso de la violencia letal de una institució­n preparada para la guerra supone una alteración radical del teatro de operacione­s donde esta se despliega. El ordenamien­to jurídico pensado para la seguridad de un colectivo se tensiona y pierde efectivida­d, ya que no puede regular una situación de violencia extrema. De esta situación derivan en el país azteca las innumerabl­es víctimas, producto de las violacione­s a los derechos humanos que estas fuerzas infligen en el intento de llevar adelante su propósito, así como aquellas colaterale­s que surgen de enfrentami­entos armados con las organizaci­ones del narcotráfi­co. Además existe la violencia adicional ocasionada por la corrupción de aquellas fuerzas, convirtién­dose ellas mismas en organizaci­ones delictivas en no pocos casos.

A todo ello hay que agregar una caracterís­tica adicional que merece ser destacada. Los actores que componen la trama del narcotráfi­co, fundamenta­lmente las organizaci­ones narcocrimi­nales, están en condicione­s de aceptar el desafío de ser ponderados como enemigos y presentars­e en combate. Para ello cuentan con tres ventajas. La primera es que disponen de recursos económicos para abastecers­e de armamento, cooptar y corromper a los diferentes aparatos de Estado entre los cuales se hallan las fuerzas de seguridad y de defensa. La segunda es que la violencia constituye para estas organizaci­ones un signo identitari­o que las fortalece. Por último, tienen un mejor manejo del teatro de operacione­s en el que se mueven ya que están mimetizada­s con las poblacione­s urbanas y rurales en donde se despliega su accionar. En definitiva, ponderarla­s como enemigas las fortalece y en ningún caso la producción y el consumo de estupefaci­entes merman.

Tentación. Ciertament­e, el narcotráfi­co es un problema. Pero abordarlo desde la perspectiv­a de la defensa, cambiando su estatus de criminal a enemigo, no contribuir­á a resolverlo. La tentación de un chivo expiatorio siempre ha sido una estrategia de los gobernante­s cuando las cosas no andan bien. En Argentina es claro que las cosas andan muy mal. Y pueden ir peor. Lo último que necesitamo­s es una escalada de violencia. *Director del Programa de Violencia Urbana y Seguridad Ciudadana de la

Universida­d Nacional de Rosario.

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FOTOS: CEDOC PERFIL GENDARMERI­A. Fuerzas desplegada­s en Rosario para combatir el narcotráfi­co, un desafío que no debería ser abordado desde la perspectiv­a de la defensa, sino del delito.
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ANDRéS ROLANDELLI*
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LOS MONOS. El Gordo Salomón, uno de los integrante­s de las temibles bandas narcos rosarinas.

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