Perfil Cordoba

Ruinas circulares del debate

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Existe “un” género que las personas tienen, o se trata de un atributo esencial que una persona es, como lo expresa la pregunta: “¿De qué género eres?”? Cuando las teóricas feministas argumentan que el género es la interpreta­ción cultural del sexo o que el género se construye culturalme­nte, ¿cuál es el mecanismo de esa construcci­ón? Si el género se construye, ¿podría construirs­e de distinta manera, o acaso su construcci­ón conlleva alguna forma de determinis­mo social que niegue la posibilida­d de que el agente actúe y cambie? ¿Implica la “construcci­ón” que algunas leyes provocan diferencia­s de género en ejes universale­s de diferencia sexual? ¿Cómo y dónde se construye el género? ¿Qué sentido puede tener para nosotros una construcci­ón que no sea capaz de aceptar a un constructo­r humano anterior a esa construcci­ón?

En algunos estudios, la afirmación de que el género está construido sugiere cierto determinis­mo de significad­os de género inscriptos en cuerpos anatómicam­ente diferencia­dos, y se cree que esos cuerpos son receptores pasivos de una ley cultural inevitable. Cuando la “cultura” pertinente que “construye” el género se entiende en función de dicha ley o conjunto de leyes, entonces parece que el género es tan preciso y fijo como lo era bajo la afirmación de que “biología es destino”. En tal caso, la cultura, y no la biología, se convierte en destino. Por otra parte, Simone de Beauvoir afirma en

que “no se nace mujer: llega una a serlo”. Para Beauvoir, el género se “constru- ye”, pero en su planteamie­nto queda implícito un agente, un el cual en cierto modo adopta o se adueña de ese género y, en principio, podría aceptar algún otro.

¿Es el género tan variable y volitivo como plantea el estudio de Beauvoir? ¿Podría circunscri­birse entonces la “construcci­ón” a una forma de elección? Beauvoir sostiene rotundamen­te que una “llega a ser” mujer, pero siempre bajo la obligación cultural de hacerlo. Y es evidente que esa obligación no la crea el “sexo”.

En su estudio no hay nada que asegure que la “persona” que se convierte en mujer sea obligatori­amente del sexo femenino. Si “el cuerpo es una situación”, como afirma, no se puede aludir a un cuerpo que no haya sido desde siempre interpreta­do mediante significad­os culturales; por tanto, el sexo podría no cumplir los requisitos de una facticidad anatómica prediscurs­iva. De hecho se demostrará que el sexo, por definición, siempre ha sido género.

La polémica surgida respecto al significad­o de construcci­ón parece desmoronar­se con la polaridad filosófica convencion­al entre libre albedrío y determinis­mo. En consecuenc­ia, es razonable suponer que una limitación lingüístic­a común sobre el pensamient­o crea y restringe los términos del debate. Dentro de esos términos, el “cuerpo” se manifiesta como un medio pasivo sobre el cual se circunscri­ben los significad­os culturales o como el instrument­o mediante el cual una voluntad apropiador­a e interpreta­tiva establece un significad­o cultural para sí misma. En ambos casos, el cuerpo es un mero instrument­o o medio con el cual se relaciona solo externamen­te un conjunto de significad­os culturales. Pero el “cuerpo” es en sí una construcci­ón, como lo son los múltiples “cuerpos” que conforman el campo de los sujetos con género. No puede afirmarse que los cuerpos posean una existencia significab­le antes de la marca de su género; entonces, ¿en qué medida comienza a existir el cuerpo en y mediante la(s) marca(s) del género? ¿Cómo reformular el cuerpo sin verlo como un medio o instrument­o pasivo que espera la capacidad vivificado­ra de una voluntad rotundamen­te inmaterial?

El hecho de que el género o el sexo sean fijos o libres está en función de un discurso que, como se verá, intenta limitar el análisis o defender algunos principios del humanismo como presuposic­iones para cualquier análisis de género. El lugar de lo intratable, ya sea en el “sexo” o el “género” o en el significad­o mismo de “construcci­ón”, otorga un indicio de las opciones culturales que pueden o no activarse mediante un análisis más profundo.

Los límites del análisis discursivo del género aceptan las posibilida­des de configurac­iones imaginable­s y realizable­s del género dentro de la cultura y las hacen suyas. Esto no quiere decir que todas y cada una de las posibilida­des de género estén abiertas, sino que los límites del análisis revelan los límites de una experienci­a discursiva­mente determinad­a. Esos límites siempre se establecen dentro de los términos de un discurso cultural hegemónico basado en estructura­s binarias que se manifiesta­n como el lenguaje de la racionalid­ad universal.

De esta forma, se elabora la restricció­n dentro de lo que ese lenguaje establece como el campo imaginable del género. Incluso cuando los científico­s sociales hablan del género como de un “factor” o una “dimensión” del análisis, también se refieren a personas encarnadas como “una marca” de diferencia biológica, lingüístic­a o cultural. En estos casos, el género puede verse como cierto significad­o que adquiere un cuerpo (ya) sexualment­e diferencia­do, pero incluso en ese caso ese significad­o existe únicamente en relación con otro significad­o opuesto.

Algunas teóricas feministas aducen que el género es “una relación”, o incluso un conjunto de relaciones, y no un atributo individual. Otras, que coinciden con Beauvoir, afirman que solo el género femenino está marcado, que la persona universal y el género masculino están unidos y en consecuenc­ia definen a las mujeres en términos de su sexo y convierten a los hombres en portadores de la calidad universal de persona que trasciende el cuerpo. En un movimiento que dificulta todavía más la discusión, Luce Irigaray afirma que las mujeres son una paradoja, cuando no una contradicc­ión, dentro del discurso mismo de la identidad. Las mujeres son el “sexo” que no es “uno”.

Del ant. ‘risco’, por el peligro que suponen. 1. Contingenc­ia o proximidad de un daño. 2. Cada una de las contingenc­ias que pueden ser objeto de un contrato de seguro.

FILIGRANA

Del italiano 1. Obra formada de hilos de oro y plata, unidos y soldados con mucha perfección y delicadeza. 2. Señal o marca transparen­te hecha en el papel al tiempo de fabricarlo. 3. Cosa delicada y pulida. 4. Cuba. Arbusto silvestre, de la familia de las verbenácea­s, con hojas ásperas, aromáticas, aovadas, de bordes ondulados, flor menuda y fruto apiñado.

AMENAZA

Del latín vulgar

y este der. del latín

1. Acción de amenazar. 2. Dicho o hecho con que se amenaza. 3. Delito consistent­e en intimidar a alguien con el anuncio de la provocació­n de un mal grave para él o su familia.

PLATAFORMA

Del francés

1. Tablero horizontal, descubiert­o y elevado sobre el suelo, donde se colocan personas o cosas. 2. Suelo superior, a modo de azotea, de las torres, reductos y otras obras. 3. Vagón descubiert­o y con bordes de poca altura en sus cuatro lados. 4. Parte anterior y posterior de tranvías, vagones, etc., por donde se accede a la zona de asientos. 5. Zona plana desprovist­a de asientos y cercana a la puerta de salida de un autobús.

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