Punto cero
para pagar esas coimas? ¿O sea que fingían respetabilidad mientras delinquían? ¿O sea que tenían buenos modales mientras participaban en delitos? ¿O sea que, en países como Argentina, quien no es corrupto (coimero) no llega a las mejores oportunidades? Los empresarios que no participaron en esta red deben estar trinando. Ellos deberían romper la y decir que no todos son iguales. ¿Existe alguien que se atreva a romper la capitalista? ¿O solo hablarán si salvan la ropa? Formo parte de los ciudadanos que pagan los impuestos, sin chistar. ¿O sea que tales ciudadanos honestos somos un rebaño de tontos?
Ahora estamos viendo cómo sujetos que posaban de respetables se enriquecieron repartiendo un poco de lo que iban a ganar porque conseguían, de manera delictiva, contratos de obras públicas. Un negocio fácil: el empresario adelantaba la coima para asegurarse la adjudicación. Y, con la coima, los políticos implicados viven como millonarios y financiaban las campañas electorales. Dicho así, sin tecnicismos, da asco.
Los empresarios arrepentidos y sus gerentes repiten que los “apretaban” para que pusieran sus bolsos de plata a disposición del recaudador de De Vido. Pobre gente indefensa. Pero, ¿por qué eran “apretables”? ¿Tenían secuestrada a su familia? ¿Amenazaban vidas y honras? No. No era eso. Eran “apretables” porque esos empresarios querían conseguir negocios con el Estado y, si no aportaban bolsos repletos de plata negra, perdían la oportunidad. Eran “apretables” porque no tenían límites morales. El dinero no tiene olor, como avisa la máxima latina, hasta que aparecen los cuadernos indicando dónde y cuándo aconteció el delivery.
Los diferentes saqueos comenzaron hace siglo y medio. Historiadores podrán nombrar la expedición de 1879 al llamado “desierto”, cuando se repartieron entre la elite las tierras de los pueblos originarios que allí vivían (antes Rosas había hecho lo suyo). Expertos en finanzas podrán nombrar las coyunturas en que prever el tipo de cambio multiplicó fortunas. El periodismo se ocupó con intensidad de los delitos estatal-privados sobre los que se espera juicio o sentencia de jueces que, casi hasta hoy, se movieron en benéfica cámara lenta, operada desde usinas políticas. Más atrás, estuvieron la corrupción menemista, la Banelco para comprar votos durante el gobierno de De la Rúa, todo lo que conocemos.
Pero lo que acaba de consolidarse en datos duros tiene una magnitud que arrasa con toda credibilidad: la de los empresarios implicados y también la de las asociaciones e individuos que no se apartan del montón de excrementos que estos van dejando a su paso; la de los políticos que pidieron plata y la recaudaron con la excusa de que hacer política es muy caro; la de quienes sabían que esto sucedía y no salieron a dar la alarma por conveniencia o convivencia, por cobardía, por codicia, por participar del mismo latrocinio o por espíritu corporativo.
La inmoralidad desborda sobre la esfera política. Desborda también sobre el mundo privado, donde los padres coimeros deberán mirar a sus hijos y explicarles que la coima es condición de un estilo de vida suntuoso. Los trajes de fiesta y las joyas de las esposas fueron pagados con dineros obtenidos por empresas que ganaban mucho porque repartían coimas; los colegios privados eran pagados del mismo modo. No sabemos cuántos son los coimeros, pero sería necesario diseñar un programa de contención para sus hijos.
Hagamos un punto cero, como hicieron los alemanes después de 1945. Ha llegado el momento de una resolución inquebrantable, toque a quien toque. No salimos de este lupanar por el camino reformista. Si se quiere devolver algún respeto a la política, herida por los corruptos y por quienes los justifiquen con el argumento de que todo se trata de una conspiración contra los dirigentes “populares” y “progresistas”, hay que encontrar respuestas a una pregunta: ¿qué hacer de acá en adelante?
Cosas fáciles de decir, pero que requieren un acuerdo transpartidario. Por ejemplo: en las próximas elecciones solo se admitirán pintadas y afiches a cargo de la militancia o los simpatizantes de un candidato. No habrá trolls ni redes sociales que no estén identificadas con personas. No se publicarán avisos como propaganda encubierta de los gobiernos. No habrá otra televisión que los minutos otorgados a cada uno de los partidos de modo equitativo, según una ecuación
Hagamos un punto cero, como hicieron los
alemanes después de 1945: no salimos de este lupanar solo con reformas