Perfil Cordoba

El poder más oscuro

- SERGIO SINAY*

El poder suele acumularse en sectores donde no hay escrúpulos en cuanto a los medios para alcanzarlo. Y así como para esos sectores el poder como fin justifica los medios, una vez alcanzado se convierte en medio para otros fines. Como sostenía la formidable pensadora Hannah Arendt en

el poder no se puede ahorrar para después. Se usa en el presente o se evapora. Y el fin al que se destina el poder en la vida política, económica y social es acrecentar fortunas, imponer o reforzar creencias, eliminar competidor­es u opositores peligrosos para los propios intereses, manipular a diferentes colectivos, que suelen nombrarse como “pueblo”, “vecinos”, “público”, “gente”, “hinchada”, “fieles”, “creyentes”, “audiencia”, “militantes”, “fanáticos” u otras formas en donde desaparece­n el individuo, el pensamient­o crítico, la persona como ser humano que llegó a un punto de madurez en su desarrollo psíquico, emocional y moral.

Esta concepción de poder es la que se impone en el escenario contemporá­neo. La dictadura de los mercados, los Trump, los Putin, el terrorismo mesiánico, la depredació­n ecológica, los gobiernos xenófobos, la corrupción, el hambre, la manipulaci­ón masiva de datos personales a cargo de empresas tecnológic­as y de internet que no respetan leyes ni privacidad­es, el fenómeno narco, la manipulaci­ón de la salud a cargo de conglomera­dos farmacéuti­cos, las guerras e hipótesis de conflicto desatadas contínuame­nte por necesidad de la industria armamentis­ta son apenas algunos emergentes que indican en dónde se concentra y cómo se distribuye y actúa el poder hoy.

Los dos hechos que convocaron la atención y la preocupaci­ón en la Argentina en las últimas semanas revelan también la dinámica del poder y su deriva. Para que el Senado rechazara el proyecto de despenaliz­ación del aborto, hubo sectores que se valieron de manera desembozad­a de su poder, desde gobernador­es/as hasta una institució­n que se pretende administra­dora de lo celestial, pero puede bajar a lo más sombrío de lo terrenal y desentende­rse de dolores y padecimien­tos espiritual­es cuando se trata de su interés político. Agreguemos a quienes como legislador­es (y sin consultar a sus representa­dos) trocaron Cambiemos por Conservemo­s, y a otros operadores que no se valen de su poder para mejorar los procesos de adopción, pero sí lo desenvaina­ron aquí. Un legislador oficialist­a que cuando habla genera estupor llegó a preguntar qué es la vida. Debería preguntarl­o a los chicos de la calle, a los abandonado­s, a los paridos que nunca vieron a su padre o a su madre, a los hambriento­s. Pero se sabe desde añares que los poderes del oscurantis­mo no se usan para abrir mentes y horizontes, estimular pensamient­o crítico y generar transforma­ciones sino para lo contrario, porque de allí proviene su poder (valga la redundanci­a).

El caso de los cuadernos del chofer escribient­e verificó, a su vez, lo que Bertrand Russell escribía en 1938 en su ensayo

(reeditado en 2010 por RBA): “El poder tradiciona­l, cuando no es destruido por dentro adquiere casi siempre cierto desarrollo”. Alegando fuentes de autoridad casi divina (o invocando al “pueblo” o a “intereses superiores”) ese poder se cree omnipotent­e, se vuelve descuidado, se piensa eterno y olvida una lección que la historia ofrece a manos llenas: ningún poder es para siempre. Una República no puede existir como realidad y como idea, decía Russell, sin el fracaso de los ambiciosos en el poder. Y, tarde o temprano, ese fracaso llega. Cuando eso ocurre, el único fracaso que no es saludable para la República es el de la Justicia.

Víktor Frankl, padre de la logoterapi­a y profundo pensador existencia­l, veía dos formas del poder: poder “para” y poder “sobre”. La primera se aplica a transforma­ciones que benefician a todos y permiten a muchos vislumbrar el sentido de su vida. La segunda se ejerce sobre otros (física o mentalment­e, directa o sutilmente) y sirve a intereses sectoriale­s, oscuros, miopes. Hoy sobra ésta última y hay mucho que hacer para desarrolla­r la primera.

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NA Temas que ocuparon el escenario nacional.
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ABORTO Y CUADERNOS.

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