Cuadernos reveladores
En mi época de colegial, la orden que impartían las maestras a los alumnos al entrar al aula luego del saludo era: “¡Saquen el cuaderno!”. Esto revela la importancia que tenían los cuadernos y las anotaciones que uno hacía en ellos en el aprendizaje escolar. Las distintas marcas que los cuadernos ostentaban en sus tapas en su mayoría se referían al progreso en la vida futura: Triunfo, Exito, Gloria y El Vencedor eran algunas de las marcas más populares que ilusionaban con un porvenir venturoso. También estaban La Materia en el Arte, con láminas de esculturas famosas, elegidas por los alumnos de inclinación artística, Mis Apuntes, apropiados para la escuela secundaria, y Lanceros Argentinos, que se convirtió en el apodo de los que no estudiaban mucho para los exámenes pero igualmente se tiraban un lance. Lo que escribíamos en esos cuadernos era como una confesión de nuestro desenvolvimiento: no existía el corrector líquido, y hasta que apareció el cuaderno Avón con espiral no se podía arrancar hojas sin que se notara.
Acaso algunos periodistas y escritores se hayan inspirado en sus cuadernos para la adopción de un título.
(Cuadernos de Cine) fue el nombre elegido para una revista fundada en Francia en 1951 por André Bazin, Jacques DoniolValcroze y Joseph-Marie Lo Duca. Allí escribieron varios periodistas, como François Truffaut, Claude Chabrol y Jean-Luc Godard, que luego se convirtieron en directores de cine. La revista tenía una visión crítica del cine francés tradicional y clamaba por una renovación en su estilo. Con respecto al cine hecho en Hollywood, solía elogiar la filmografía de Alfred Hitchcock y destacar directores no tan famosos, como Samuel Fuller y Douglas Sirk, y fue guiando y contagiando sus predilecciones a los cinéfilos de ese período.
Hubo en esa época, también en Francia, un escritor (Pierre Daninos) que, basándose en anotaciones en un cuaderno, en 1954 publicó una novela
que se convirtió en best-seller. El protagonista era un puntilloso mayor del ejército inglés que había vivido en la India y al enviudar se casaba con una dama francesa y se radicaba en Francia. En sus cuadernos va anotando, con humor, sus observaciones sobre el comportamiento frívolo, las manías, las virtudes y los defectos del pueblo francés, en comparación con la conducta más rígida y medida de los ingleses. La novela fue traducida en 28 países y fue llevada al cine por Preston Sturges en 1955 con Jack Buchanan y Martine Carol como protagonistas.