El impuesto interno vuelve a golpear a los autos
Allá por diciembre de 2013 –el año en que más autos se vendieron en la historia argentina-, el entonces ministro Axel Kicilof mandó al Congreso una modificación a los impuestos internos a los autos. Si bien los argumentos fueron otros, la idea detrás de la medida era frenar la fuga de dólares subvaluados vía la compra de autos de alta gama. El monto a partir del cual se empezaba a pagar este impuesto de alto impacto fue fijado en pesos y al poco tiempo comenzó a pegar en autos de gama media, luego de la devaluación de 2014.
En campaña, parte de Cambiemos se pronunció en contra de este impuesto y una vez asumido, se eliminó la primera escala, que era la que mayores distorsiones generaba en el mercado. La escala más alta siguió vigente pero se subió el monto a partir del cual se pagaba.
Lo que nunca cambió fue que es el Ejecutivo quien fija este monto y, ahora, tras la brutal devaluación, el impuesto vuelve a pegar en varios segmentos del mercado. Son los autos que cuestan alrededor de $1.250.000 o más, que suena a mucho dinero pero no lo es: un Chevrolet Cruze LTZ AT hecho en Argentina hoy sale $907.000, por ejemplo. Medido en dólares, el valor a partir del cual impacta el impuesto se encuentra en el más bajo de la historia, alrededor de US$ 31.000.
Esto implica situaciones un tanto insólitas. Como las pickups se consideran vehículos de trabajo, no están afectadas por los impuestos internos, uno de los factores que llevó a su enorme crecimiento durante el último periodo del kirchnerismo. Ahora, por ejemplo, la Toyota SW4 nacional ($1.296.300) está más barata que la Hilux tope de gama ($1.319.900), pese a ser un vehículo carrozado de mayor lujo (algo similar ocurre con las Chevrolet S10-Trailblazer). El impuesto funciona como un techo virtual para los precios, ya que implica un salto importante.
Las automotrices esperaban para el cierre del primer semestre la modificación del impuesto interno, algo que no ocurrió.