El ajuste de ministerios también provocó el ‘ablande’ de Peña dentro del gabinete
El jefe de los ministros, que marcaba con obsesión el discurso oficial, tuvo que delegar esa misión en otros funcionarios. Bullrich y Stanley “bancan” , cada una a su manera.
La purga ministerial habilitó mayor libertad de acción en el gabinete reducido. Siempre y cuando las intervenciones estén orientadas a defender la gestión, los ministros de Mauricio Macri cuentan con cierto relajamiento en los controles respecto a lo que declaran. Se trata de una consecuencia indirecta de la crisis cambiemista y del desgaste que recibió Marcos Peña en los últimos días. Entre sus múltiples funciones, el jefe de Gabinete digitaba obsesivamente el rumbo de la comunicación, al punto de autorizar (o no) la participación de sus funcionarios en los programas más vistos de la TV.
“Menos ministerios y ministros más fuertes requieren menos monitoreo, que ahora quedó exclusivamente a cargo de Andrés como controller”, revela un asesor de Macri. Se refiere al economista y ex gerente de Socma Andrés Ibarra. Bautizado “controller”, según la jerga empresarial del PRO, Ibarra reemplazó al dúo Mario Quintana-Gustavo Lopetegui en la Vicejefatura de Gabinete.
En adelante, Peña bajará su perfil sin que eso implique necesariamente una pérdida de influencia. Porque Macri sigue siendo el principal peñista dentro de Cambiemos. Cerca del Presidente afirman que el jefe de Gabinete delegará algunas de sus competencias sin resignar protagonismo. Al menos por ahora. Pero lo cierto es que el ajuste de ministerios, mezclado con la crisis existencial que atraviesa el Gobierno, habilitó una suerte de ablande generalizado.
Por ejemplo: mientras Patricia Bullrich denuncia una “guerra de guerrillas” en los saqueos, Carolina Stanley se muestra dispuesta a escuchar los reclamos para “bajar la tensión”. Sobrevivientes a la baja de once ministerios, las únicas dos mujeres del gabinete representan perfiles opuestos: mano dura versus ánimo de negociación con las organizaciones sociales. En algo, sin embargo, coinciden las ministras: ambas levantaron el perfil, ante el clima más permisivo que rige al momento de salir a bancar el rumbo.
A lo largo de casi tres años de gobierno, Bullrich tuvo varias fricciones con Peña. Su reaseguro siempre fue reportar directamente al Presidente. Para el jefe de Gabinete, la ministra, de 62 años, sobreviviente de la Alianza y de sucesivas reconversiones ideológicas, es parte de la vieja política. Ahora, la Piba está más desatada: ya denunció “conexiones” de intentos de saqueos con sectores del kirchnerismo; y hasta mencionó la intención de instalar una “guerra de guerrillas”, tras el asesinato de un chico de 13 años en Chaco, durante un robo con pinta de saqueo.
En el oficialismo, pese a esas declaraciones, reconocen que no perciben ánimo desestabilizador en las principales organizaciones sociales, incluso en las vinculadas al kirchnerismo. Si bien la ministra de Seguridad plantea aproximadamente lo contrario, casi cualquier argumento suma para atravesar el pésimo momento del Gobierno.