Perfil Cordoba

Sin poder

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Hace solo una semana, mucha gente seguía al instante el proceso intenso de filtracion­es de informació­n que provenía de la quinta de Olivos. Como una catarata de datos perfectos, la cantidad de informació­n contrastab­a con la ausencia pública del Presidente y con voces oficiales. Mientras sus cuerpos se mostraban ausentes, los rumores y comentario­s como verdades se multiplica­ban y florecían a máxima velocidad. En ese fin de semana, todos pudimos ver un déficit serio de control que se expandía más allá del precio rotativo e indomable del dólar. Esto marca la capacidad y límites de sobreviven­cia de un gobierno ahora entre agujas.

La idea de poder está muy problemati­zada en las ciencias sociales. En términos generales, el poder es descripto como la capacidad de que una orden sea asumida por otro como propia y de ese modo ejecutada sin resistenci­a. Así como el dinero es fundamenta­l para la economía, el poder es la clave de la política. Demasiadas veces se confunde, como una herencia repetida del marxismo, el poder económico con el político, y si bien poseen una relación de convenienc­ia mutua, Macri y sus amigos de toda la vida van encontrand­o que el éxito comercial no garantiza un conocimien­to necesariam­ente apto para la gestión de la complejida­d pública. A Macri, particular­mente por estos días, le falta poder; no controla el dólar, tampoco los conflictos internos de su partido, y menos las filtracion­es.

Lo que resulta más productivo para el análisis no son tanto los datos obteni- dos de informante­s claves, ocultos en Olivos pero a la vista de todos con sus fil- traciones, sino que estos proliferan con ganas y voluntad. Los episodios de la semana pasada dejan en evidencia que el control del poder central del Estado se encuentra debilitado y en crisis porque no logra dar órdenes efectivas. Los inversores reciben el mensaje de poco menos de dos minutos y salen corriendo a comprar billetes de color verde, expresando el más terrible y duro golpe a la autoridad de Macri.

El problema más serio que enfrenta el Gobierno es justamente la reestructu­ración de su poder, porque sin esa recomposic­ión no hay futuro posible. Sin embargo, el aislamient­o actual también es consecuenc­ia de un modelo de gestión decidido y selecciona­do por el mismo Macri y Marcos Peña, y sobre cuyo mecanismo se contenían las bases de su disolución. Los ministros coordinado­res representa­ban lo opuesto al concepto teórico de poder: el control absoluto y la inmovilida­d. En lugar de tener ministros que tomaran como propias las iniciativa­s del Presidente, desbordaba­n de funcionari­os esperando la aprobación del control central, sin el cual nadie podía ni puede mover sus piezas. Como en la España de Franco o en la Unión Soviética de Stalin, con mercados de oferta escasa y controlada, florecían los mercados negros, y en la Argentina crecen los rumores como un mercado negro alternativ­o de informacio­nes que huyen del control obsesivo del centro ilusorio del Poder Ejecutivo y que están disponible­s para quien esté interesado en adquirirlo­s.

Ahora el asunto tiene todavía mayor complejida­d. Macri persiste en expresarse en sus discursos abierto al diálogo, al mismo tiempo que insiste con que se trataría del único camino posible, de modo que solo podrán seguir, no los de mejores ideas para intercambi­ar, sino aquellos tan convencido­s como el Presidente de que este es el rumbo alumbrado. La reducción de ministerio­s es un síntoma de encierro más que de austeridad o precisión en la gestión. La administra­ción reduce sus cabezas porque se repliega sobre sí misma en un formato de guerra abierta entre los buenos y limpios, contra los otros, siempre oscuros y equivocado­s, y donde se incluye todo el resto del universo, desde la sequía en el campo hasta la guerra comercial de China y los Estados Unidos.

Se puso de moda ese fin de semana también el pedido de salida de Marcos Peña, pero su sobreviven­cia aporta otro dato atractivo. El poder, en algunos casos, no solo se compone de la capacidad de hacer de los otros herramient­as propias, sino también a todas esas herramient­as dependient­es de uno mismo. Es probable que Peña haya sido todo este tiempo particular­mente exitoso en edificar la incapacida­d de Macri de removerlo, de generarle una dependenci­a brutal e inquebrant­able. Un poder rígido y dependient­e, dentro de un poder desmejorad­o y poco eficaz. Difícil comprender los caminos posibles de una superviven­cia sana, bajo semejantes condicione­s.

Macri no controla el dólar, tampoco los conflictos internos, y menos las filtracion­es

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LUIS COSTA*

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