Impacto fácil,
hechos dramáticos, como la afirmación desmentida por los hechos de la existencia de armas de destrucción masiva que justificó la invasión a Irak.
Una de las premisas básicas para que un artículo de opinión tenga validez y merezca ser publicado es que contenga información y no solo la mera condición de texto con fuerte impacto sobre la opinión pública. Es lo que Woodward y Bernstein revelaron en el caso Watergate, que concluyó con la caída del presidente Richard Nixon (datos concretos, aportados por un anónimo informante y publicados en forma de notas informativas con las firmas de sus autores). No es tampoco similar a la batalla conjunta del
y el para defender la libertad de expresión y liberar por vía judicial los Papeles del Pentágono, que involucraron acciones ilegítimas de varios gobiernos norteamericanos en relación con la Guerra de Vietnam. Uno y otro caso se originaron en fuentes reservadas, cuyos nombres fueron defendidos en su anonimato por los periodistas y los medios.
Este caso es diferente, y por lo tanto pasible de un análisis cuanto menos severo desde el punto de vista de la ética periodística. ¿Cuánto dice el autor del artículo acerca de hechos concretos, traducibles en el lenguaje de la información? Es –y que se disculpe, por favor, la analogía llevada a la exageración– como si en uno de los muchos programas