El Presidente en su laberinto
esquelético y con respuestas binarias. Ello explica el derrumbe tan abrupto. Descoordinado, contradictorio, irresponsable, improvisado. La debacle de la administración estatal se define, en parte, por el profundo desprecio a la “vieja política”. Las “nuevas formas”, comprimidas principalmente en el marketing y la “antipolítica”, se vieron plasmadas la semana pasada no tanto en su intencionalidad como en sus desaciertos.
El poder suele ser engañoso, pero aún más los parpadeos de un “despoder” que se va tornando evidente. Cuánto lo percibe el propio Presidente es un verdadero enigma. Su “popularidad” se retrotrajo a un pasado en el que los elevados niveles de rechazo lo alejaban de la presidencia. Macri suele ejercer su cargo de lunes a viernes. Pero no por ello deja de asombrar que el último domingo se haya esparcido en “Los Abrojos”, jugando al paddle, gambeteando un picadito, viendo a Boca y ofreciendo en soledad algún ministerio. En contraste, Olivos fue un “hervidero”, el lugar donde sus aliados radicales trataban de ser escuchados acerca de cómo apagar el incendio.
La sensación es que “el rey está desnudo”, replegado sobre sí mismo. La imagen mediática que supo construir como una de sus fortalezas más solidas se resquebraja y no logra reinventarse. Con una gestión vaciada de política, la comunicación aparece como la mueca de un gobierno que dilapida sus apoyos internos en función de los externos, que se cierra incluso a sus aliados y que de la oposición solo espera que acate y comparta los costos políticos.
Macri no es un líder en sentido estricto y tampoco derrama carisma. Es por eso que el fracaso en la “gestión” de gobierno, del “equipo”, en la transparencia institucional, en la eficiencia, en la entrada al siglo XXI y en una modernidad que implicaba, al menos, crecimiento, deja mal herida a Cambiemos como fuerza política. El ajuste y sus consecuencias –inflación, pobreza, desempleo, devaluación, recesión, deuda– remite a un pasado que degrada el presente y condiciona el futuro. Einstein decía que en los momentos de crisis solo la imaginación es más importante que el conocimiento. El Gobierno hoy parece no poder echar mano a ninguno.