Perfil Cordoba

Cuatro ramos de flores y una cruz con su nombre

- L.N./N.G.

Una cruz de madera con su nombre escrito a mano y cuatro ramos de flores marcan el lugar donde ahora descansan para siempre los restos de Sheila Ayala, la nena de 10 años que fue asesinada en San Miguel.

Para la mamá no hay consuelo. Mucho menos para los amiguitos y hermanitos de la víctima, que no pueden entender por qué se apagó la vida de una persona que hace unos días corría y jugaba con ellos por el barrio “Campo Tupasy”.

Yanina encabezó el cortejo fúnebre junto a vecinos y familiares. Los interrogan­tes que rodean a un caso que estremeció a todos también dan vueltas por su cabeza. ¿Su cuñado era un abusador de menores y ella lo sabía? ¿Por qué nadie lo denunció antes si eso era cierto?

Los restos de la chiquita de 10 años fueron inhumados ayer en el cementerio de San Miguel. Hasta ese lugar se acercaron, en dos colectivos escolares, familiares, amigos y vecinos.

Para evitar posibles desmanes, la Policía Bonaerense montó un operativo de seguridad. Solo los familiares más directos y personas que ellos autorizaro­n pudieron ingresar a darle el último adiós.

“No tengo palabras para lo que hicieron estas bestias”, dijo al canal TN un hombre que fue a despedir a la nena, en medio de la conmoción que generó su asesinato en la zona.

“Los mataría”, dijo otro vecino sobre los acusados de matar a Sheila. “No se merecía esto porque es un angelito. Ojalá Dios bendiga a todos los chicos que se merecen vivir, nada más”, agregó.

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