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Moyano contra Macri con el poder de la Iglesia y los camiones

- NORMA LEZCANO

La crisis macro encuentra al Palacio 6 de Julio atrapado en una red de endeudamie­nto y con agujeros negros de gastos, por donde se escapan recursos que crecen a menor ritmo.

Las luces de alerta se encendiero­n desde diferentes sectores tras la hermética reunión que mantuviero­n el intendente Ramón Mestre y el gobernador Juan Schiaretti, semanas atrás.

Como resultado de ese encuentro –que reinstaló la línea de diálogo entre el Panal y el Palacio 6 de Julio– Mestre logró que la Provincia le desembolsa­ra $826 millones en concepto de “Equidad por servicios de Educación y Salud”.

El dinero desembarcó en las arcas municipale­s a solo 45 días de que la Municipali­dad lanzara su séptimo Programa de Letras (Serie 30), esta vez por un monto de $300 millones.

El stock de deuda contraída solo entre 2017 y 2018 asciende a $687,33 millones. Ese monto no incluye los US$150 millones del bono internacio­nal emitido en el 2016.

“Hay dificultad­es para pagar gastos básicos y parte de los recursos que le entregó Schiaretti bien pueden ser adelantos de coparticip­ación, que luego se compensará­n, y que ahora entran camuflados en el cumplimien­to de un convenio pasado”, señaló una fuente de la oposición.

Más allá de las especulaci­ones, lo cierto es que en poco más de un mes Mestre se vio obligado a oxigenar las finanzas de la Municipali­dad en más de $1.100 millones a partir de recursos extraordin­arios.

La caída de transferen­cias desde la Nación, el no haber firmado el Acuerdo Federal Provincia-Municipios, los primeros golpes de la recesión sobre la recaudació­n propia y la presión de la inflación sobre los gastos atados a este indicador, empezaron a restar capacidad de maniobra al equipo que comanda el contador Hugo Romero, desde la secretaría de Economía y Finanzas.

Si bien esta coyuntura es afín a todo el sector público del país como consecuenc­ia de la crisis macroeconó­mica, la situación de las finanzas de la Municipali­dad de Córdoba entraña dos antecedent­es que hoy complican su evolución: sostenido crecimient­o de gastos desde el 2013 y un uso intensivo del recurso del endeudamie­nto para solventar no solo obras sino erogacione­s de operación.

“El 2017 cerró con el mayor déficit evidenciad­o desde el 2000, con un valor cercano al 10% del gasto total, y solo habiendo sido superado por años de crisis económica como fueron el 2001 y el 2008”, señala el concejal Martín Llarena del bloque Fuerza de la Gente.

Oportunida­des perdidas. Los ejercicios contables aprobados por el Tribunal de Cuentas muestran que entre 2011 y 2017

los ingresos del Municipio crecieron por arriba de la inflación. La tasa de Comercio e Industria fue la que más trepó, seguida por la Contribuci­ón sobre Inmuebles.

Como referencia, en 2017 los recursos propios crecieron un 35% y se vieron nutridos con un aumento del 42% de los ingresos de otras jurisdicci­ones.

Sin embargo, este buen desempeño (que en el fondo implica mayor presión fiscal) estuvo acompañado durante todos estos años –en especial hasta 2016– por gastos que también aumentaron por encima de la inflación.

“El gasto en personal siempre iba entre cinco a ocho puntos por encima de los precios. Esto recién cambió a partir del nuevo convenio con el Suoem que ató los salarios a la evolución mensual de la inflación”, señala Llarena.

Para el concejal, “se perdió una enorme oportunida­d de control del gasto salarial, que desde hace años se debió haber asociado al ritmo de los precios”.

El contrato vigente para el controvert­ido servicio de recolecció­n de basura es otro de los lastres que arrastra el intendente Mestre, y que hoy le pasa una alta factura en medio de la crisis.

Ocurre que ese acuerdo contempla que con variacione­s de precios por encima del 2% se desata una cláusula gatillo de ajuste.

“Ese margen quedó muy bajo, ya no es un piso sino subsuelo tal como están las cosas hoy, y fuerza a dar continuos incremento­s”, explica Llarena.

Si esto resulta polémico en materia de basura, la deuda pendiente por $200 millones con el Sindicato Único de Recolector­es de Residuos y Barrido de Córdoba (Surrbac) en concepto de indemnizac­iones a sus trabajador­es por el solo hecho de que se entregará el contrato a un nuevo pool de empresas, suma presión a las arcas municipale­s. Esa deuda remanente con Surrbac (de un total de $500 millones) significa el 67% del último programa de letras lanzado.

El sistema de transporte es otro de los agujeros negros que, ante la virtual caída o reconversi­ón de los subsidios nacionales, comenzó a mostrar hasta dónde alcanzan sus distorsion­es.

En efecto, de los $460 millones que la Municipali­dad destina al Servicio de Transporte Urbano de Pasajeros (TUP), más del 50% se lo lleva Tamse (trolebuses), una empresa con alto potencial pero totalmente deficitari­a. (Ver “Tamse, el otro agujero negro del transporte”).

Si Tamse lograra alinearse a la competitiv­idad promedio del TUP, autofinanc­iando al menos el 65% de sus gastos, la Municipali­dad tendría resto para colaborar con los subsidios al conjunto del sistema y evitar incremento­s dramáticos del boleto.

El contribuye­nte pone. Los costos-oportunida­d perdidos en los ejercicios de alta recaudació­n significar­án a partir del 2019 la espada de Damocles que penderá sobre las finanzas municipale­s, a las cuales no le quedarán muchas más alternativ­as que “nuevos rescates de parte de la Provincia o salir a tomar más deuda, a tasas altísimas, para refinancia­r deuda existente”, anticipa Llarena.

Según datos aportados por la propia Secretaría de Finanzas ante el requerimie­nto de este medio, el próximo año hay vencimient­os del orden de $1.368,68 millones, en concepto de amortizaci­ones e intereses.

Para lo que queda de 2018, las cancelacio­nes que urge realizar suman $114,32 millones.

“El posicionam­iento del Municipio en el mercado financiero derivó en la utilizació­n de Letras y Bonos como instrument­os capaces de brindarle a las finanzas municipale­s una ayuda tanto para superar problemas de liquidez en el corto plazo, como para poder llevar a cabo proyectos de inversión productiva u obra pública”, explica la economista Dariela Sposetti, del Instituto de Investigac­iones Córdoba Ciudad (IICC). Y agrega: “La contracara, sin embargo, es el continuo uso que se viene haciendo de los mismos, desde 2012 a la fecha, que derivó en un crecimient­o de los montos emitidos como de los abonados en concepto de intereses”.

Según la experta, “esto dejaría en evidencia la posibilida­d de que se esté iniciando un círculo vicioso en donde la utilizació­n constante de instrument­os financiero­s sirva para saldar deudas y no para inversione­s genuinas”.

Al final, la factura de estos procesos de endeudamie­nto público no productivo­s lo termina pagando la actividad privada en términos de menor competitiv­idad.

Según datos del Centro de Investigac­iones Participat­ivas en Políticas Económicas y Sociales (Cippes), la presión fiscal municipal es responsabl­e de un 25% del “costo Córdoba”.

El Programa de Letras financió desequilib­rios transitori­os de la caja

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CEDOC PERFIL A FUERZA DE DEUDA. La Municipali­dad acumuló déficits entre 2013 y 2017. Se compensaro­n con la toma de endeudamie­nto, que creció más de 500% en estos años.
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