Abel Ayala: “Aprendí a no juzgarme a través de la mirada del otro”
El actor de ‘El Marginal’ llega con una obra dramática. Diálogo sobre el pasado y el presente de uno de los artistas del momento en la televisión.
Acaba de cumplir 30 años, sin embargo sus palabras reflejan la sabiduría de alguien que ha vivido mucho más.
Abel Ayala nació en el seno de una familia humilde, se crió con sus abuelos y con apenas nueve años se fue de su casa.
Vivió en la calle un tiempo hasta que un grupo de asistentes sociales lo trasladó hacia un hogar ubicado en el Gran Buenos Aires, lugar en que se encontraría con el director Juan Carlos Desanzo, quien realizó un casting en el lugar y lo eligió para interpretar a “El Polaquito”.
A partir de allí se abrió un mundo nuevo en su vida, el de la actuación y, desde ese momento, su historia es más conocida.
Participó en televisión y cine hasta que llegó la serie donde interpreta a César, el jefe de la banda sub-21, un personaje que lo acercó definitivamente al público masivo.
El próximo 3 y 4 de noviembre, Ayala desembarcará en Córdoba con la obra El
en Ciudad de las Artes acompañado de dos prestigiosos actores, y también compañeros en como son Claudio Rissi y Roly Serrano.
En la previa de su presentación dialogó con PERFIL CORDOBA y describió el gran presente que le toca vivir.
—¿Tenés tiempo de ponerte a pensar todo lo que te está pensando?
—Estoy haciendo tantas cosas que no me doy cuenta. De todas maneras lo vivo con normalidad, tampoco me enrosco tanto. Tengo una familia, mis hijas, la rutina. Tampoco tengo tanto tiempo para enfocarme en esta montaña rusa que va hacia arriba. Lo disfruto pero con normalidad, con naturalidad, desde un lugar sano en el que la gente se acerca, te saluda, es lindo. Soy consciente que esto es un camino largo, en el trabajo de actor a veces tenés momentos buenos y momentos malos. Como dijo un gran maestro espiritual, tanto lo bueno como lo malo, pasa, así que hay que mantener la calma siempre.
—Cada vez que hablás de tu pasado, lo recordás como un momento feliz a pesar de las dificultades que viviste. ¿Cómo se lo explicás a quien no te conoce?
—En la vida aprendí que lo que los otros ven, es lo que ellos ven, no lo que yo soy. Eso no significa que no sea real. La gente te hace una devolución respecto a su mirada.
Cuando sos chico, no tenés fuerte la personalidad y ese espejo te atraviesa y comenzás a verte con el espejo del otro. Fui muy feliz, alegre, era picarón, callejero, libre. Si lo mira un adulto diría “pobre pibe, está en la calle, no lo cuidan”. Es una mirada que entiendo. Ahora soy padre y no quiero esa escuela para mis hijas, pero afortunadamente para mí eso fue distinto, siempre estuve muy contenido y acompañado. Además procuré cuidarme y logré liberarme de la mirada del otro, algo que fue funda- mental para poder vivir feliz.
—¿Qué es el Búfalo Americano, la obra que traen a Córdoba?
—Es una obra que tiene de todo y que pretende mostrar la condición del ser humano. Esta obra retrata algunos comportamientos comunes a seres humanos que en situaciones límites tal vez te pueden llevar a explotar. La obra comienza en una casa de compra y venta cuando un cliente se lleva un producto que aparentemente no valía nada y se lo compra a Roly por dos mangos. A los pocos días se da cuenta que era algo más valioso. Entonces crean un plan para recuperar ese objeto y a partir de ahí pasa todo lo que te puedas imaginar.
—¿Se viene El Marginal 3? —Si. Está confirmado. Aún no se sabe qué es lo que se va a contar, pero
vuelve. La primera de las dos presentaciones de Joan Manuel Serrat en Córdoba dejó en evidencia, una vez más, que el amor de décadas entre público y artista está intacto.
La entrega del Nano hacia su audiencia fiel no reconoce cansancios, padecimientos y crisis.
El catalán pasó por Córdoba con dos funciones con entradas agotadas en el marco de la gira
Una serie de conciertos dedicados a celebrar el mítico disco de 1971 que lo hizo conocido en iberoamérica y, en especial, en Argentina.
El primero de los shows tuvo todos los elementos propios del folklore entre artista y seguidores: los monólogos pincelados de su particular humor, el intercambio con el público femenino que aún lo percibe como un sex symbol, las referencias a la cultura argentina que tanto conoce y, por supuesto, las canciones que forman parte, no es exagerado decirlo, de nuestra música popular.
Con 10 minutos de retraso, a las 21:40, la banda comandada por el pianista y arreglador Ricard Miralles, eterno compañero de escenario de Serrat, introdujo a la audiencia con un set instrumental que combinaba las músicas de las canciones más emblemáticas del disco en cuestión.
Suenan, así, los acordes de la canción que le da nombre al disco, el aplauso de la platea va creciendo y aparece Serrat, de estricto traje negro, pelo al viento y paso firme para, sin preámbulos, tomar la guitarra y entonar una de las canciones más emblemáticas de su carrera.
“Muchas gracias, buenas noches, una alegría estar en tierras cordobesas. Bienvenidos a este concierto que hemos denominado Mediterráneo Da Capo, que es un término del italiano que significa volver al principio”, dice como primeras palabras y no desaprovecha la oportunidad para bromear con las fechas. Más de uno se ha preguntado por qué celebrar el aniversario 47 de la publicación y no esperar a los 50, a lo que Serrat responde que es “bueno ser prudente y celebrarlo por anticipado”. Y agrega: “Un consejo a aquellos que tengan algo que celebrar: no se preocupen por el tiempo y la correspondencia, háganlo lo más pronto que puedan”.
En lo que sigue, suenan en un orden no tan estricto las canciones del brevísimo disco: y, hacia el final, vuelve a un fragmento de
Terminada esa primera parte, la segunda se empecina en seguir la línea narrativa marcada por esa oda al mar y a la juventud que es el disco celebrado con canciones como y, como siempre, para cerrar.