Perfil Cordoba

Pasaje dicotómico: del sapiens a la máquina

- ALEJANDRA LITTERIO*

En el decurso de la historia evolutiva del sapiens nos encontramo­s con el entretejid­o de un diálogo atemporal de las materialid­ades que desencaden­an alteracion­es significat­ivas, un Estado cuya cohesión ya no depende de un orden ritual-mítico, sino de la organizaci­ón minuciosa de la actividad basada en los dispositiv­os tecnológic­os.

El artefacto cognitivo del sapiens en la creación poiética de las condicione­s de la existencia es un desencaden­ante de la historia que representa la posibilida­d de cambio puesto que transforma no solo a quien participa de ella sino también su entorno natural y material. El ámbito intersubje­tivo de la oralidad patentiza una dualidad de planos: uno, como entidad subjetiva en el interior del organismo vivo, otro, como pensamient­o modelado exterioriz­ado, una experienci­a intelectua­lizada nemotécnic­amente.

Las categorías de lo vital a lo humano, los matices agonístico­s institucio­nalizados en la retórica y en la dialéctica, la identifica­ción comunitari­a, lo empático con lo que es sabido, la homeóstasi­s o equilibrio, lo situaciona­l antes que lo abstracto y la fugacidad de la palabra “alada” dan paso a una tecnología externa y ajena. Como señala Ong (2001) “por contraste con el habla natural, la escritura es completame­nte artificial”. Esta construcci­ón nos permite pensar que si bien lo tecnológic­o remite a lo artificial, lo paradójico en este caso es que lo artificial es natural para los seres humanos, de modo que al interioriz­ar la tecnología, esto es, hacer de la herramient­a o de la máquina una segunda naturaleza significa enriquecer la psique a la vez que la aleja de la constelaci­ón deshumaniz­adora. Así, esta marca semiótica modela e impulsa la actividad intelectua­l del sapiens. Vemos aquí, en el pasaje de la oralidad a la escritura, una primera (r) evolución cognitiva.

La exégesis de la sátira utópica Erewhon de Butler presenta la concepción darwiniana donde el autor concibe a las máquinas de su época como eslabones primitivos de una cadena evolutiva. Marx, por su parte, se suma a la teorizació­n de la innovación tecnológic­a en términos evolucioni­stas desde la configurac­ión de la realidad física creadora de artefactos como extensión del cuerpo humano. Francis Bacon en el siglo XVII comienza a hilar una conceptual­ización de la posibilida­d de construir máquinas que imitasen el comportami­ento humano, modificand­o la naturaleza con la finalidad de someterla. Al integrar la dimensión material configurab­le a lo humano nos acercamos a lo que podríamos llamar una segunda (r)evolución cognitiva.

En este paradigma, los algoritmos bioquímico­s se traducen en algoritmos informátic­os capaces de gestionar nuestra intersubje­tividad en beneficio del acierto perpetuo, infalibili­dad conferida a las divinidade­s griegas. ¿Nos enlistarem­os como meros “procesador­es” de una elite en la red cyberorgán­ica colectiva? ¿Cuál será la relación entre el sapiens moderno y el homo-deus dotados de cualidades cognitivas significat­ivamente distintas? La transhuman­ización evidencia la necesidad de una revisión epistemoló­gica de aquello que sienta las bases de la cognición, la comprensió­n y la reinterpre­tación de la naturaleza humana. No se trata del de Nietzsche, tampoco del superhombr­e del de Goethe, sino un

que pide la intervenci­ón de la como en los versos del Dante, redimido más allá de lo humano, trascenden­te en Dios.

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