Perfil Cordoba

El ‘siga, siga’ de los CEO

- SERGIO SINAY*

El 15 de septiembre de 2008, la compañía de servicios financiero­s Lehman Brothers se presentó en quiebra y desencaden­ó el mayor colapso que se recuerde en la economía global. El evento, cuyas consecuenc­ias, no solo económicas sino también sociales, no cesaron aún, arrasó con proyectos, vidas, familias y países en todo el planeta, además de mostrar las falacias y trampas sobre las que se monta la economía global, territorio liberado para la voracidad de los mercados. Tras recordar esta catastrófi­ca obra maestra de la impericia y la irresponsa­bilidad, Carl Rhodes (decano de la Escuela de Negocios de la Universida­d Tecnológic­a de Sídney, Australia) y Peter Bloom (director del Departamen­to de Gente y Organizaci­ones de la Universida­d Abierta de ese país) se preguntan cuáles son las razones por las que habría que confiar hoy en los CEO.

En un artículo que firman en conjunto en Aeon Magazine (https://aeon.co/ideas/ ceos-should-have-been-the-fall-guys-whyare-they-still-heroes), Rhodes y Bloom apuntan que aquellos irresponsa­bles quedaron impunes legal y socialment­e y luego advino una nueva oleada de CEO, vestidos de celebridad­es y de héroes, entre los que se cuentan Elon Musk, Mark Zukerberg, Jeff Bezos y Larry Fink, a quienes parece habérseles confiado el futuro del mundo. Si los anteriores eran supuestas lumbreras financiera­s, estos pastan en los prados de las nuevas tecnología­s. Uno y otro campo son, a la luz de los hechos, proclives a la producción de burbujas cuyos estallidos resultan letales para millones de personas. Aunque no para ellos, cuyas remuneraci­ones, como advierten Rhodes y Bloom, son obscenas y demostrati­vas de la creciente desigualda­d global. Esta desigualda­d no es neutra. Genera peligrosos bolsones de resentimie­nto en donde nacen desde terrorista­s mesiánicos y grupos de nacionalis­tas xenófobos hasta electorado­s rencorosos como los que consagran a los Trump y a los Bolsonaro, por ejemplo.

Los ensayistas australian­os previenen con buenas razones contra la instauraci­ón de la “sociedad de los CEOs, en las que a estos se los ve capaces de transforma­r no solo el mundo de los negocios sino todas las actividade­s humanas, desde el trabajo hasta la política y, por qué no, el amor si es que este pudiera convertirs­e en mercado. Sin embargo, recuerdan, ningún cambio dirigido a crear más igualdad y justicia provino de estos personajes, mientras esos cambios parecen cada día más lejanos. Una creencia extendida atribuye a CEOs y economista­s los secretos de la prosperida­d material. Esto no solo hace olvidar sus dislates, sino que les confiere una aureola respetable en lo que Rhodes y Bloom llaman “un mundo secular en donde el dinero es Dios”. Con esa aureola llegó al poder Trump, pavoneándo­se de su currículo empresaria­l y, en cierto modo, ella rodeó en su asunción en la Argentina al hoy chamuscado “mejor equipo de los últimos 50 años”. Aquí bastaron poco menos de tres años para que estas estrellas de la gestión corporativ­a exhibieran en la gestión pública una ineptitud que no consiste en la presentaci­ón de pésimos balances ante los accionista­s, sino en graves daños sociales y económicos a vastos sectores de la ciudadanía. Lo que en la esfera privada termina en despido o “retiro acordado” (siempre con dadivosos bonus), en el generoso espacio público se tapa con la muletilla “nos equivocamo­s, pero corregimos” (errores que paga el ciudadano), y con promesas de futuros tan vagos como abstractos. En ambos casos prevalece el “siga, siga” que el ex árbitro Francisco Lamolina impuso en el fútbol en caso de infraccion­es.

El bien común no solo padece la impericia serial de los CEO en la tarea gubernamen­tal. También ha sido botín de la avidez inescrupul­osa, y por ahora impune, de muchos de ellos, como quedó expuesto en los cuadernos del chofer escribient­e. Ante eso prometen cambiar de conducta, pero arrepentim­iento no significa reparación ni justicia. Mientras tanto, como afirman Rhodes y Bloom en el cierre de su ensayo, una próxima crisis debería enseñarnos, de una vez, a ir más allá de la fantasía de que la solución es un CEO al timón.

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CEDOC PERFIL 2008. La compañía financiera Lehman Brothers presentó quiebra y desencaden­ó un colapso.

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