El país de los indiferentes
y como protector y promotor de los derechos de las minorías es fundamental.
Esta elección mostró una fuerte reacción popular en contra de los partidos tradicionales, hundidos en acusaciones de corrupción y frente al espectáculo sin pudor en el que legisladores y dirigentes políticos desnudaban sus luchas internas por el poder.
Prácticamente todos los referentes de los sectores de centro y centroderecha (MDB, DEM, PSDB, REDE) sufrieron una tremenda debacle electoral.
Por el lado más a la izquierda, el PT, irónicamente, fue el único que se mantuvo de pie, a pesar de ver crecer en intensidad sus niveles de rechazo en la población.
Los temas centrales de la campaña giraron en torno a la corrupción y a la seguridad. La mayoría de la ciudadanía, harta y rehén de la violencia que azota a gran parte del país, amenaza con patear el tablero.
Bolsonaro, sin embargo, no es un outsider ya que hace 27 años es diputado federal y usufructúa al máximo los beneficios de su posición, aunque sí podemos afirmar que en su discurso predica un radicalismo antisistema. Tomando los votos válidos de la última encuesta, el diputado es el elegido por el 56% de la población, mientras que el ex alcalde de San Pablo arroja un 44% de las preferencias del electorado.
En tanto, volviendo al país de los contrastes, la consultora DataFolha muestra que los votantes se dividen en dos polos bien definidos: el 89% de los electores de Bolsonaro son los ciudadanos más ricos, blancos y con mayores niveles de escolaridad; mientras que el 79% de los votantes de Haddad proviene de los sectores más pobres de la población, son no blancos y con menores niveles de educación formal.
Es difícil creer que el país del samba y de la bossa, del carnaval y de las caipirinhas pueda cuajar con la figura reaccionaria, machista, racista y homofóbica que representa el candidato del PSL. Pese a todo, su discurso, además de violento, también es llano. Sus propuestas son afirmaciones casi etéreas que carecen de conocimiento concreto acerca de las articulaciones necesarias en la política real para llevar a cabo una agenda gubernamental en todas sus dimensiones. Esa, posiblemente, sea la esperanza de muchos: paradójicamente, que no cumpla con lo que promete.
Quizá para comprender este fenómeno (y para amenizar el dolor) debamos recordar a Gramsci en su
(1917). A lo mejor esa mayoría que, por razones que remiten a los bajos índices de politización de las camadas medias y medias-altas de Brasil, u otras cuestiones que no caben en esta breve nota, se ha vuelto perezosa. Opta por no pensar y acude a soluciones que, por radicales, parecen fáciles. Se ha vuelto así indiferente. Hago mías las palabras del citado autor: “Los destinos de una época son manipulados de acuerdo con visiones restrictas, objetivos inmediatos, ambiciones y pasiones personales de pequeños grupos activos, y la masa de hombres lo ignora, porque no se preocupa. Por eso, odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidian sus lamentos de eternos inocentes”.
La mayoría opta por no pensar y acude a soluciones que, por radicales,
parecen fáciles