Perfil Cordoba

UN TRASLADO CON INCERTIDUM­BRE

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Días después del cierre de los Juegos Olímpicos de la Juventud, cuando aún se disfrutaba­n las conquistas y las emociones, el presidente Mauricio Macri anunció frente a cientos de atletas lo que ya se venía planeando y era un secreto a voces: el traslado del Cenard a Villa Soldati, donde funcionó el Parque Olímpico de estos Juegos, a través de un acuerdo entre el Gobierno de la Ciudad y Nación. Solo faltaron los bombos y platillos, asumiendo que esta decisión era una buena noticia para los jóvenes deportista­s, a quienes mudarán sin siquiera consultarl­es dónde quieren vivir.

El Centro Nacional de Alto Rendimient­o Deportivo es mucho más que un predio ubicado en una zona de excelencia como es Núñez. Con sus debilidade­s y abandonos, ya hace más de sesenta años que es el suelo desde donde despegan los que vuelan alto, el hogar de los que viven lejos y el refugio de los que creen que es posible crecer cada vez más. En esa cancha de hockey, Luciana Aymar estuvo años entrenando para después mostrarle al mundo todo su talento. Allí, Braian Toledo se hizo fuerte para lanzar su jabalina hasta alcanzar una estrella. En ese gimnasio, Paula Pareto, la Peque, se preparó jornadas larguísima­s para lo que luego sería su momento de oro. Mucho antes de ser “el pibe de 40”, Manu Ginóbili clavó sus primeros dobles en las prácticas que formaron al jugador que fue. En esos predios fue donde Federico Molinari, en una siesta entre anilla y anilla soñó llegar a una final olímpica. En esa pista de atletismo, el hijo de Alejandra García construyó castillos de juguetes mientras ella saltaba acompañada de su garrocha hasta acercarse cada vez más al sol.

Es un sitio lleno de atletas practicand­o día y noche. Es la escuela de valores deportivos y humanos. Entrenar en el Cenard es pertenecer al mundo de los más destacados, de los talentosos, de los que se animan a más. Ahí transpiran los soñadores a quienes les dijeron que en ese lugar las fantasías se empiezan a cumplir.

La construcci­ón del Cenard empezó en 1953 por un decreto del presidente Juan Domingo Perón. Durante la llamada Revolución Libertador­a el centro deportivo cerró sus puertas, lo sumergiero­n en el abandono y la destrucció­n. En 1989 se empezó a reconstrui­r de cara a los Juegos Panamerica­nos de Mar del Plata de 1995. Hoy es un espacio de más de 115 mil metros cuadrados, donde 2.500 deportista­s aprovechan al máximo las grandes condicione­s de que dispone esta cuna de deporte argentino. La incertidum­bre es la bandera que llevan los atletas en este momento. ¿El nuevo predio de Villa Soldati tendrá las mismas condicione­s que la histórica “casa” de Núñez? Federico Molinari es uno de los atletas a los cuales esta noticia lo tomó por sorpresa. “Hay deportes que van a tener posibilida­des de desarrolla­rse mejor, como la natación, con una pileta de última tecnología a nivel mundial”, dijo el gimnasta. Pero también sabe que hay ciertas disciplina­s que, por el momento, no obtendrían frutos: “Todavía no estamos seguros de si el gimnasio se va a poder instalar en Soldati, con lo cual a nosotros nos terminaría perjudican­do”. Al igual que otros atletas, Molinari considera que “la opción ideal sería mantener los dos predios”, ya que lo que necesita el deporte argentino es crecer, una mayor inversión que posibilite dar ese salto de calidad para profundiza­r los logros que se dieron en los últimos años en el olimpismo.

Otro gran interrogan­te es qué va a pasar con los terrenos de Núñez. El Gobierno quiere convertir el 65% de la superficie en espacios verdes y destinar el resto a desarrollo inmobiliar­io. A tener en cuenta, la cotización del metro cuadrado en Núñez es de casi de 3.600 dólares, contra 665 dólares en Villa Soldati. ¿Por qué no sostener los dos predios? El ex secretario de Deportes de la Nación, Claudio Morresi, afirmó en una columna de opinión en que, por ejemplo, “las piletas, con muy poca inversión podrían seguir funcionand­o para el aprendizaj­e, desarrollo y perfeccion­amiento de nuestros nadadores”.

Ni el optimista más grande puede pensar que esto es un beneficio para el deporte. Será reemplazar uno por otro, sin generar una inversión para ampliar las virtudes de cada deportista que deja todo y, como si fuese una carrera de obstáculos, salta y avanza a fuerza de sueños y sacrificio.

Once años después, en mayo de 2005, ocurrió algo parecido en el Tomás Ducó. Huracán recibió a Sarmiento, que vaya uno a saber por qué viajó solo con las camisetas suplentes, que son blancas como la del Globo. El equipo local, entonces, debía salir con un modelo alternativ­o. Pero en utilería no había ni un par de medias usadas. ¿El recurso? Otra vez la voz del estadio, otra vez el pedido a los hinchas para que aportaran camisetas rojas. Sin embargo, no prosperó: la donación no llegó a once. El plan B fue salir a comprar de apuro remeras negras, a las que les pusieron números con cinta adhesiva blanca.

La camiseta es el manto sagrado, el símbolo más intenso de amor a los colores. La camiseta se transpira, se defiende. A la camiseta se le pone el cuerpo. Por la camiseta se entrega la vida. Aunque a veces, lo que hay que entregar es la propia camiseta.

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CENARD FABRICA DE SUEÑOS. Una mudanza que, sin dudas, no beneficiar­á al deporte.
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LUCIANA RUBINSKA

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