Cuando encontrar trabajo no es fácil
ventud. Y entonces llegan las cirugías, que para mí son una forma de autocastigo. Todas las cirugías se notan, y también limitan los papeles que se pueden asumir. Las arrugas son bonitas, expresan lo que has hecho en la vida. El cuerpo se transforma, como debe transformarse lo que cada uno proyecta hacia los demás”.
Cuando piensa en las razones que la llevaron a elegir su carrera, iniciada a fines de los 70, Assumpta pone el foco en el interés permanente por la conexión con los demás: “Me gusta contactar con las personas para contarles historias. Contar historias es una buena manera de entendernos a nosotros mismos y de entender a la sociedad en la que vivimos. La de actriz es una profesión de mucha entrega: lo haces para que los demás vibren, se emocionen, tengan una relación relevante con aquello que les cuentas”. Y entre esas conexiones, una muy importante es la que estableció con la Argentina, un país con el que tiene un vínculo fuerte y de larga data: “En estos últimos años, Sagai se ha portado muy bien conmigo –sostiene–. Ojalá tuviéramos en España algo así. Es un tema que conozco porque he presidido la entidad dedicada a proteger los derechos de propiedad intelectual de los actores en mi país. Pero mi relación con la Argentina arrancó hace años, con el trabajo que hice con grandes cineastas como Oscar Barney Finn (Momentos robados) y María Luisa Bemberg (Yo, la peor de todas, donde Serna interpretó a Sor Juana Inés de la Cruz). Tengo muchos amigos argentinos y muchos recuerdos bonitos de este país”.