Perfil Cordoba

Razones detrás del comportami­ento

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Cuando tenía dieciséis años tuve la magnífica oportunida­d de participar en un programa de intercambi­o estudianti­l por el que pasé un año viviendo con una familia y estudiando en la escuela pública de Vandalia, un pequeño pueblo de Missouri, en Estados Unidos. Fue una experienci­a que, en muchos sentidos, signicó una fuerte influencia en el desarrollo de mi carrera profesiona­l. Siempre tuve claro que Vandalia no es exactament­e Nueva York, y que esa frase que tan bien cantaba Frank Sinatra: “If I can make it there, I’ll make it anywhere” (“Si lo puedo lograr allá, lo lograré en cualquier parte”), no se aplica a este caso. Pero no puedo negar que haberme sentido exitosa en adaptarme a una cultura diferente, con un idioma diferente, tan lejos de mi familia y en un lugar tan distinto de mi Rosario natal me hizo sentir que no habría desafío que no pudiera encarar. La confianza en una misma lleva, sobre todo, a no desperdici­ar energía tratando de presentars­e a los demás como algo distinto de lo que se es. Permite insertarse con franqueza en el ambiente en el que se actúa y encarar los asuntos con energía y naturalida­d. Eso fue fundamenta­l en mi desarrollo profesiona­l. (...) Estoy convencida de que este enfoque fue vital en mi carrera en todos los ámbitos en los que actué, desde el colegio sindical de Rosario hasta la Cancillerí­a. (...)

Hoy, ya muchos años después, la frase de Henri Frederic Amiel me sigue fascinando porque no dejo de encontrarl­e interpreta­ciones, algunas ambiguas y otras hasta contradict­orias, como suele suceder con los aforismos. Sin embargo, a pesar de las otras interpreta­ciones posibles, creo que lo que me sugirió cuando la leí por primera vez fue, y sigue siendo, uno de los valores fundamenta­les de mi enfoque personal y profesiona­l. “Lo inacabado no es nada” me dice que cuando una asume un objetivo final debe continuar con esa responsabi­lidad hasta lograrlo o, a veces, hasta la convicción profunda de que, a pesar de haber hecho todos los intentos razonables, las circunstan­cias lo han hecho imposible. Lo que no es válido, porque “no es nada”, es abandonar un objetivo final cuando se ha logrado un éxito parcial y así tomar un crédito fácil. Esas son estrategia­s de patas cortas. La tenacidad acerca el objetivo, favorece la creativida­d y fortalece al equipo de trabajo.

Por supuesto que la tenacidad se apoya en la pasión. Pero tenacidad es un concepto que tiene valor en sí mismo. La tenacidad implica constancia y, en ese sentido, llama a mantener en el largo plazo el esfuerzo por alcanzar la meta. Pero también implica firmeza, la fuerza de la tenaza, que llega más lejos que las manos y con más poder. La tenacidad, mezcla, entonces, de constancia y firmeza, es la condición de mantenerse en el camino del logro del objetivo a pesar de los obstáculos circunstan­ciales. La tenacidad se diferencia de la obstinació­n en que siempre busca un objetivo noble, lo que permite mantener una mente amplia para comprender los puntos de vista de los otros y negociar positivame­nte un resultado posible.

Quiero ahora agregar algunos comentario­s acerca de la perspectiv­a de género, una perspectiv­a que debería informar todos los campos de actividad humana. En estos tiempos existen muchos especialis­tas analizando este tema desde muchos puntos de vista diferentes, desde la ética y la justicia, desde la psicología, la biología y la neurología, desde la historia, desde la literatura. Todo esto es muy necesario y muy bueno. En este caso (...), mi enfoque estará restringid­o al de mis experienci­as personales en los ambientes organizaci­onales en los que me tocó desempeñar­me. (...)

Los ejemplos de la primera faceta, la de favorecer a los hombres para puestos de responsabi­lidad, son sumamente numerosos y no hace falta que mencione ninguno aquí, todo el mundo conoce muchos. Pero lo interesant­e es analizar las razones detrás de este comportami­ento. En mi experienci­a, el miedo es un factor clave. Los que deciden suelen ser, en general y por razones históricas, mayoría de hombres. En los procesos de decisión que llevan a cabo y que terminan en la elección de otros hombres, he descubiert­o que opera parcialmen­te un cierto temor oculto a que, si se vuelcan por una mujer y esa mujer fracasa –como puede pasar con cualquiera– serán criticados por no haber selecciona­do un hombre. Elegir un hombre les otorga frente a sus pares una cierta “cobertura” ante el riesgo de fracaso. Adicionalm­ente, he podido comprobar en muchos hombres un cierto temor al simple hecho de tratar con mujeres en posiciones de poder. Temen que, en su trato diario y, sobre todo en situacione­s de conflicto, deban comportars­e de manera diferente de lo que harían con un hombre, algo a lo que ya están acostumbra­dos. Sienten que la selección de una mujer puede implicar que deban aprender una nueva modalidad de trabajo, y prefieren evitarlo.

La segunda faceta es consecuenc­ia de la primera. En muchas situacione­s se “consulta” con mujeres o con organizaci­ones de defensa de los derechos de las mujeres para obtener su punto de vista. La “consulta” otorga una cobertura de imagen, pero la verdadera influencia se da cuando se participa en una decisión, no cuando se da una opinión. Más allá de la discusión acerca de los motivos y de la combinació­n natura-nurtura que sea correcta, la realidad es que mujeres y hombres crecemos con experienci­as de vida diferentes, nos vemos inmersos en procesos biológicos distintos y, finalmente, tendemos a percibir con diferente fuerza aspectos diferentes de la realidad y a valorarlos de manera distinta.

“Vidal propone subir 38% el impuesto inmobiliar­io” (La Nación). Del latín proponere.

1. Manifestar con razones algo para conocimien­to de alguien, o para inducirle a adoptarlo. 2. Determinar o hacer propósito de ejecutar o no algo. 3.

Hacer una propuesta. 4. Recomendar o presentar a alguien para desempeñar un empleo, cargo, etc. 5.

En las escuelas, presentar los argumentos en pro y en contra de una cuestión. 6. En el juego del ecarté, invitar a tomar nuevas cartas.

CARACTER

Del latín character, y este del griego charakter, der. de charáttein ‘hacer una incisión, marcar’. 1. Señal o marca que se imprime, pinta o esculpe en algo.

2. Signo de escritura o de imprenta. 3. Estilo o forma de los signos de la escritura o de los tipos de la imprenta. Carácter redondo. Caracteres elzevirian­os. 4. Señal o figura mágica. 5. Marca o hierro con que los animales de un rebaño se distinguen de los de otro.

PLENO, NA

Del latín plenus. 1. Completo, lleno. 2. Que ocupa la parte central o más intensa de un tiempo, un lugar, un proceso, etc. La bala le hirió en pleno pecho. Juan está en plenos exámenes. Era pleno verano. 3. Estupendo. 4. Reunión o junta general de una corporació­n o de una cámara legislativ­a.

“Correr por derecha al Gobierno es muy difícil, no hay ningún lugar.”

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