Perfil Cordoba

Extraña pareja

- LAURA ISOLA

Cuando Rainer Maria Rilke conoció a Rodin tenía solo 27 años. Fue en 1902, y el escultor francés tenía más del doble en edad y en fama. Para esa época el autor de las Elegías de Duino era una joven promesa. La ocasión fue un encargo que la editorial alemana Julius Bard le hizo al poeta para escribir una monografía sobre este artista.

Sobre su “maestro” publicó en 1903 la biografía Auguste Rodin. El libro cuenta mucho más que los hechos sobresalie­ntes de la vida del autor de Los burgueses de Callais. Profundiza, describe y escudriña las obras, al tiempo que indaga las ideas sobre el arte. Es poético y hermoso. Intenso como lo fue la relación entre ellos dos. “Hay manos en la obra de Rodin –describe Rilke–, manos independie­ntes y pequeñas que viven sin pertenecer a cuerpo alguno. Manos que se yerguen irritadas y malignas, manos que parecen ladrar con sus cinco dedos erizados como las cinco fauces del cancerbero infernal. Hay manos que caminan, que duermen, y manos que despiertan; manos criminales, cargadas de pesadísima herencia, y manos fatigadas que no quieren ya nada, que se han echado en un rincón cualquiera como bestias enfermas que saben que nadie puede ayudarlas”.

Y la siguieron por carta. Cartas a Rodin recopila esta correspond­encia escrita desde 1902 hasta 1913, en la que se sucedieron dedicatori­as, pedidos, pensamient­os. Sentimient­os heridos y promesas incumplida­s. Fue su secretario, vivieron juntos un tiempo, finalmente se pelearon. Un extenso homenaje a quien fuera su mon grand ami Rodin, como consta en la dedicatori­a de Nuevos poemas. Al tiempo que una amistad empática, pero de una manera bastante extraña.

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