Perfil Cordoba

Cuando los crímenes se resuelven a la antigua

- MARITA OTERO

El misterio y los personajes de la serie hacen todo. Escrito por Robert Galbraith, seudónimo de la brillante autora de la saga de Harry Potter, J.K. Rowling, quien inventa un detective, Cormoran Blue Strike, ex militar en Afganistán, donde pierde una pierna y un pie, quien se instala en una oficina sin lujos en el Soho londinense y se pone a ejercer como detective privado. Su pasado lo persigue; tanto el familiar, hijo de una modelo de trágico final y de un padre enfant terrible del rock, como el profesiona­l. Cada vez que se acuesta (vive en la oficina) y tiene que sacarse la pierna ortopédica, siempre en primer plano, ese pasado es presente. Lejos de la absoluta modernidad del dinero, apenas le alcanza para pagar la renta y a su secretaria, una extraordin­aria Hollyday Grainger como Robin Ellacott. La escena en la que ella lo deja en el auto, un Fiat Mobie, en la estación y tiene que pagarle a una mujer para que lo transporte porque no puede manejar es fantástica. Es el vínculo de los dos lo que genera enorme atractivo.

Son tres las novelas adaptadas: El canto del cuco (tres episodios), El gusano de seda (dos) y La vocación del mal (dos).

Antisocial y con deudas pendientes, Strike forma una dupla con Robin que ilumina en medio de la oscuridad de los crímenes a resolver. La química entre el ex militar y su secretaria va creciendo con gran fuerza emocional, e involucra a Matew (Kerr Logan), su prometido, que no comprende su elección de seguir con las investigac­iones. No es un policial más, va por el camino de la intuición y con métodos muy personales. El primero es el supuesto suicidio de una modelo, Lula, negra y adoptada, y quien lo contrata es su hermano, un millonario con muchos secretos, lo que sirve también para mostrar a la clase alta londinense y sus pecados. Lo acerca a su propia vida, y terminará encontrand­o el final. El segundo, quizás el más logrado, cazafama– o una abogada millonaria –según sus ropas y el automóvil, al menos– que se ofrece a trabajar gratis para liberar a Avery –aunque, claro, lo hace con las cámaras que la siguen de un lado a otro, como si compensara el salario con sobreabund­ancia de publicidad–.

Para peor, en estos capítulos no pasa nada nuevo. Claro: la primera temporada abarcaba más de diez años, y ésta apenas si se dedica a tres. La búsqueda de pruebas es interesant­e desde lo teórico, pero muy tediosa se desarrolla en el mundo de los autores, que tan bien conoce J.K. Rowling, a partir de un manuscrito que escribe un autor que aparece muerto (despelleja­do). Y los últimos dos episodios involucran a Comoron Strike y a su pasado, al encontrar a una adolescent­e muerta, pero también a Robin. Lo acusan de asesinato. Ya está pautada una nueva temporada que está escribiend­o J.K. Rowling para 2019. desde lo dramático; se reflejan más los vericuetos burocrátic­os de un juicio y sus consecuenc­ias en lugar de aplicar el bisturí con sabiduría en la indefensió­n legal de los ciudadanos pobres –en Estados Unidos y por extrapolac­ión en el resto del mundo–, como magistralm­ente retrataba la primera temporada.

Una pena. Que los autores hayan sucumbido a las mieles del elogio para achacharse. Y que Avery continúe tras las rejas de un sistema injusto.

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GZA. HBO PLUMA. La serie se basa en las novelas de Robert Galbraith, seudónimo de J.K. Rowling.
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GZA. NETFLIX EL. Steven Avery padece ahora al sistema judicial y a la propia serie.

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