Una nueva sociedad
de personas en China.
Marcharon para rechazar el encuentro movimientos populares a los que nunca respalda el pueblo, Partidos Obreros que viven en un país en el que los obreros son masivamente peronistas, movimientos piqueteros cuya oferta política consiste en cortar calles por cualquier pretexto. Pocos días atrás, Cristina Fernández asistió a una contracumbre que hizo un homenaje a la Revolución cubana con el respaldo del G3 de las dictaduras militares caribeñas. Viven en una realidad que pudimos compartir en su momento, pero caducó hace décadas.
Existe en otro lado un mundo al que Argentina se integra con gran protagonismo. Los países que se reunieron este fin de semana en Buenos Aires representan a más del 80% de la población y de la producción del planeta, son diversos, enormes, enfrentan problemas que son decisivos para el futuro de la humanidad. Tienen enormes discrepancias, intereses encontrados, visiones de la realidad incompatibles entre sí, pero el hecho de que dialoguen es en sí mismo algo de enorme importancia.
Un maestro jesuita nos decía en la universidad que eso de tener las cosas muy claras es propio de los tontitos y cuando se tiene la oportunidad de seguir al G20 se puede constatar que nada está claro. Viendo a los líderes del mundo se pueden apreciar las contradicciones que ocultan los relatos políticos infantiles de los militantes. La realidad tiene colores, no está en blanco y negro. Llama la atención la camaradería entre Putin y Mohammad bin Salman a pesar de que Rusia apoya al gobierno alauita en Siria y Arabia Saudita lucha con sus tropas por la democracia, aliada a Estados Unidos. Es confusa la relación de los líderes y el concepto de democracia wahabita.
Necesitamos superar la visión maniquea propia de la Guerra Fría, que analizaba todo con alternativas como izquierda y derecha, totalitarismo y democracia. Necesitamos conceptos más complejos para analizar una realidad diversa, que evoluciona a gran velocidad en direcciones desconcertantes. Cuando Estados Unidos invadió Irak algunos norteamericanos creyeron que los iraquíes saldrían a las calles para agradecer a las tropas invasoras por traer la democracia y librarlos de la dictadura de Hussein. Lo único que pasó es que todos los habitantes del país resistieron como pudieron a la agresión, se generó el Califato Islámico y se impuso un gobierno títere que volará en pedazos en cuanto termine la ocupación, como voló la familia de Ngo Dinh Diem en Vietnam.
Los occidentales han fracasado en su intento de imponer su democracia en los países islámicos porque no entendieron que su cultura es distinta, suponen que sus valores son universales, pero esto no es así. La democracia implantada por Ataturk se desmorona porque la mayoría de turcos quiere un régimen confesional, restrictivo e las libertades, como el que propicia Recep Tayyip Erdogan que también estuvo en el G20. ¿Es democrático obligar a que se mantenga un régimen que la mayoría rechaza? La muerte del periodista Jamal Khashoggi y la presencia del príncipe heredero saudita Mohammad bin Salman en la cumbre produjeron indignación en los medios intelectuales de Occidente, en buena parte porque desconocen que en Arabia Saudita se ejecuta al menos a una persona por sus preferencias sexuales o religiosas cada dos días. El asesinato de Khashoggi no altera la cotidianidad de la vida de ese reino. No se puede comprender desde Occidente la política de los países árabes sin comprender la cultura islámi-
Viendo a los líderes del mundo se pueden apreciar
las contradicciones que ocultan los relatos políticos infantiles de los militantes