Algo para decorar
el gobierno de la presidenta Kirchner. Insospechable de simpatizar con ella, el 5 de febrero de 2015, publicó: “Cristina firmó 15 convenios con China y ofreció invertir en recursos naturales”. Pocos días después, la información se ampliaba, pero el tono del diario, desde el título, mostraba sospechas al señalar que tales acuerdos podrían condicionar al gobierno que la sucediera. Y que, incluso, el nuevo gobierno los revisaría todos. No sabemos si tal intención revisora tuvo lugar antes de que Macri festejara su firma de treinta acuerdos con Xi Jinping. Estamos celebrando los acuerdos con China y la prensa no advierte de los peligros, como antes lo hizo. Macromilagro.
Excepto que, por supuesto, tiene derecho a esta pequeña venganza: “A pesar de los antecedentes, Macri amplió la cesión de las terrenos eximidos de impuestos para el gobierno chino a la espera de la reunión bilateral que se concretó en la residencia de Olivos, en la que ambos mandatarios (el chino y el argentino) firmaron un nuevo Plan de Acción Conjunta para el período 2019-2023. Además del intercambio de monedas por hasta 9 mil millones de dólares que fortalecerá las reservas del Banco Central”.
En internet se encuentra enterito y con el mismo nombre el “Plan de Acción Conjunta” firmado por Cristina Kirchner y Xi Jinping en 2012, ratificado el 5 de septiembre de 2013, en ocasión de la cumbre entre los presidentes de China y Argentina, cuando ambas partes “establecieron la Comisión Bilateral permanente y el Mecanismo de Diálogo Estratégico para la Cooperación y Coordinación Económica, como dos nuevos pasos hacia el fortalecimiento de las relaciones bilaterales”.
Macri ha consolidado este proyecto que, por su duración, ya podría llamarse política de Estado, en la medida en que le dio comienzo el gobierno Kirchner y Cambiemos lo continúa. Nada hay nuevo bajo el sol. Por supuesto, los que opinaron en su momento que los acuerdos con China y Rusia debían ser revisados, no plantearon esa exigencia en el fervor festivalero del fin de semana pasado.
Estas cosas suceden: tienen un comienzo y, como se extienden en el tiempo, los laureles coronan a otro gobernante. De todos modos, habría sido (expresión seguramente conocida por Macri desde su colegio bilingüe) que se aludiera, con una sola frase, a los antecesores en el cargo, que vieron primero la oportunidad oriental. Cristina no pisó el G20, aunque fuera invitada. Pero éste es el rasgo exclusivista y narcisista de su personaje político: primera o nada. Es una lástima, porque habría fortalecido la línea de las mujeres políticas presentes en el evento. Este es un tema grave, que merece párrafo aparte.
Lo que viene no puede ser imputado en exclusiva a Macri ni a su mujer, que sirvió de princesa consorte. La causa está en normas de cortesía y protocolo que parecen inconmovibles. La presencia de las primeras ministras Angela Merkel y Theresa May debe atribuirse a culturas políticas de sus propios países, que exceden la reivindicación de género. No son ministras porque son mujeres, sino porque derrotaron en su propio campo a los contendientes masculinos. O sea que ni Merkel ni May entran en este capítulo, que tiene como tema los encuentros de las esposas que acompañaron a sus poderosos maridos obedeciendo la etiqueta. Es hora de que el feminismo se aplique a revisar estas costumbres.
En primer lugar, algunas de esas mujeres trabajan en las naciones donde viven, pero llegaron a Buenos Aires como
del poder. Trudeau, el primer ministro de Canadá, hace exhibición de la igualdad de género que verdaderamente estableció en su gobierno. Pero no lo prueba en el caso de la señora Trudeau, que siguió el mismo programa que la señora Trump, de quien no se conocen declaraciones a favor de la igualdad de género. Madame Trudeau fue parte de las estatuitas sonrientes que pasearon por Villa Ocampo. El periodismo, que no es menos discriminador que la sociedad, habló hasta el cansancio de sus vestidos, stilettos y peinados.
Durante el G20, las mujeres de los presidentes vivieron días de picnics, tecitos y regalitos. No sabemos si Juliana Aguada pudo explicarles quién fue Victoria Ocampo, cuya casa y jardines de San Isidro sus invitadas pisaban como si fuera una dependencia cualquiera. No sabemos si alguien les dijo que Victoria Ocampo fue una gran ensayista y una feminista radical, la primera mujer que dirigió una gran revista en la Argentina, de proyección europea y latinoamericana, durante más de treinta años. ¿Las decorativas esposas se enteraron de que Ocampo tuvo varios amantes distinguidos, a los que ella trataba como los hombres trataban a sus amantes?
Las señoras pasearon por Villa Ocampo sumidas en el murmullo de frases evidente-
Aunque no se diga, debería admitirse que la relación con
China ya es una política de Estado