Meta lograda
El balance de la Cumbre de Líderes, del pasado fin de semana, es claramente positivo, al menos así es como lo vive el gobierno de Mauricio Macri y así lo han hecho saber los mandatarios de las veinte principales economías del planeta. Buenos Aires se transformó durante 48 horas en el epicentro del poder mundial. Un acontecimiento histórico, corolario de una política exterior basada en la inserción de nuestro país al mundo.
La Cumbre del G20 fue un éxito para el Gobierno por diversos motivos. En primer lugar, se destaca la impecable organización y desarrollo sin sobresaltos de las jornadas, garantizando la seguridad en todo momento y evitando imágenes como las que dieron la vuelta al mundo durante la Cumbre de Hamburgo en 2017.
Como segundo punto, en su rol de anfitrión, el Presidente demostró la destreza suficiente como para mantener el vínculo con Trump y a la vez estrechar lazos con Xi Jinping. Uno de sus objetivos era actuar como mediador, capaz de lograr consensos y tender puentes. Un juego de equilibrio nada sencillo frente a las tensiones del escenario global.
Tercero, el encuentro del G2. La Cumbre de Buenos Aires logró sentar frente a frente a los líderes de las dos grandes potencias mundiales. Trump acordó una tregua de 90 días para la suba de aranceles del 10% al 25% sobre bienes chinos por $ 200 billones de dólares, mientras que su par chino pactó la compra sustancial de productos norteamericanos, a fin de contribuir a la reducción del déficit comercial de EE.UU. Habrá que esperar al desarrollo de las negociaciones para determinar si se trata de un mero acuerdo sostenido en promesas vacías, pero por el momento, evitará una escalada en las tensiones y un posible efecto adverso sobre el crecimiento económico global.
Por último, Macri cumplió la meta de alcanzar una declaración conjunta, manifestando así su capacidad para promover el diálogo y el consenso. El temor a repetir lo ocurrido en las reuniones de APEC y del G7, durante las cuales no se alcanzó un comunicado final por diferencias con EE.UU. respecto del comercio global, exigía aún más solvencia por parte del Gobierno para lograr ese acuerdo que –en palabras de Macri– “nadie esperaba”.
Un comunicado final comedido, en algunos puntos incluso ambiguo, pero un comunicado al fin, consensuado y con las reglas del orden internacional como ejes para hacer frente a los retos globales. Entre los puntos clave de la declaración, se destacan:
Pilares de la presidencia argentina del G20 –futuro del trabajo, infraestructura para el desarrollo, futuro alimentario sostenible e igualdad de género.
Migraciones: la importancia de las acciones compartidas para hacer frente a las causas de los desplazamientos, aunque poco preciso y abstracto.
Cambio climático: el tema que mantuvo en vilo a Macri ante la posibilidad de no llegar a un acuerdo por las presiones de Trump. Referencia específica a la postura unilateral de EE.UU. y su decisión de mantenerse fuera del Acuerdo de París.
Comercio mundial: reforma de la OMC y un sistema multilateral de comercio a la altura de los desafíos globales. Omite mención al proteccionismo, probablemente debido a las presiones de EE.UU., como tampoco a la guerra comercial.
Algunos de los temas que brillaron por su ausencia tienen que ver con el conflicto entre Rusia y Ucrania, las sospechas sobre el príncipe heredero Mohamed bin Salman respecto del asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi y la guerra civil en Siria.
Según Macri: “nunca antes el país estuvo más conectado”. Este punto refleja uno de los pilares de su política exterior, fundada en el pragmatismo, orientada a la diversificación de las relaciones de la Argentina con el mundo y basada en reglas favorables a una potencia media como es nuestro país. Así lo expresaba el Presidente al manifestar que “hemos generado una vocación de venir y asociarse con nosotros”.
Transcurría julio de 2001 y en Génova, Italia, se realizaba la Cumbre de G8, en medio de la mundialización liberal en ascenso, ya entonces los movimientos contracumbre antiglobalización eran parte del escenario donde se reunían los grandes decisores, aquella Cumbre sin embargo, es recordada por la muerte de un activista a manos de la policía italiana y un clima de gran tensión y represión. Las grandes economías mundiales, que forman el G20, 19 países más la Unión Europea, entre los que se encuentran los países del G8 y economías emergentes, han mostrado hacia su interior las grandes asimetrías y la tensión derivada de intereses propios.
Es interesante revisar entonces qué significó la realización de una Cumbre multilateral en Argentina por un lado, y por otro, cuáles son sus efectos. Es decir el G20 debe leerse de manera simbólica, pero también de manera pragmática. Necesariamente hablamos de política exterior y en clave argentina, eso infunde una confusión sobre hacia dónde vamos. En estos días bastante se ha hablando de la “vuelta de Argentina al mundo” a modo de una reinserción cual ingreso triunfal en el salón de las grandes potencias. A priori se presta a confusión porque pareciera que nuestro país hubiese estado bajo una política de aislamiento durante años, como aconteció en otros períodos de nuestra historia, pero esta expresión en rigor es inexacta. Argentina no estuvo aislada, su política exterior tenía otros objetivos por lo que la vinculación y relaciones diplomáticas tuvieron diferente intensidad con los Estados que eran destino de nuestra estrategia exterior.
Por reducir un sesgo interpretativo quizás merezcan una oportunidad ciertas aclaraciones sobre la “vuelta al mundo” y la llamada política de prestigio en materia de política exterior. La política exterior de prestigio tuvo su auge en la década del 30 con un triángulo comercial altamente satisfactorio ya que cabe preguntarse si una nación con pobreza estructural en ascenso puede enarbolar una dimensión de prestigio.
Celebrar una Cumbre Multilateral como el G20 no convierte a un estado en poseedor de poder blando per se, si no hay efectos y hechos que trasciendan el espacio del encuentro, lo que ya denota un gran desafío dado que las Cumbres o espacios multilaterales muchas veces solo contienen buenos deseos y baja probabilidad de cumplimiento en lo que respecta a objetivos. La declaración final del G20 es una foto donde se cruzan el
es decir las buenas intenciones respecto a la economía, la inclusión, desarrollo, género, educación, trabajo; pero se encuentran con la mano del las grandes potencias y su defensa de intereses, o lo la declaración final del G20, podríamos rememorar aquel paraguas, solo que en este caso, sería el paraguas de lo importante. Sencillamente aquellos puntos donde se rozan asuntos sensibles para las grandes potencias, no hay avances. No hablar de proteccionismo, ni de cambio climático, ni de la viabilidad de las economías emergentes o atrasadas.
Al final, el G20 es parte de la política exterior que no es otra cosa que política pública de cara al mundo, en clave cíclica, o pendular, más simbolismo o más pragmatismo, de avances dudosos para los que están en el último vagón del tren. Más que hablar de política de prestigio, debiéramos hablar de política de intenciones, aunque eso sea ya otro cantar.