Indice del miedo
En el de Platón nos encontramos con la alegoría de la caverna que nos sumerge en los cuestionamientos más profundos del ser, el mundo de una realidad ficcionada que nos distrae y nos encadena, llevándonos a una percepción de sombras falaces. Pero ¿qué sucedería si operase un cambio cualitativo y el juego de luces y sombras que desfilan sobre la pared de la caverna, fruto y consecuencia de la realidad material como reflejo de la verdad, encarnasen un nuevo paradigma?
Al parecer, podríamos estar en presencia de una metamorfosis o cambio inicial, donde el nuevo ser, al adaptarse a luz cegadora de la realidad mediatizada por el redescubrimiento de un enfoque fundamentalmente basado en la premisa del solipismo, se regenera en una entidad que se trasciende a sí misma con el designio moral de “iluminar” a los otros seres.
Si esta entidad trasmutada creara las condiciones ideales que liberaran al “prisionero” de sus cadenas, entonces estaríamos en presencia de una realidad automatizada donde los hombres mismos paradójicamente quedarían encapsulados en una burbuja controlada. ¿Seríamos parte de
como lo describe Huxley, donde las castas se definen en función de la genética? o tal vez ¿el engranaje de un mundo distópico como en de Vonnegut? o simplemente ¿nos pronunciaríamos como Miranda en ante la belleza de la humanidad y las maravillosas criaturas que habitan ese universo polifacético?
Todo indicaría que nuestro mundo, tal y como lo conocemos, no es más que un imaginario colectivo donde el “espejo negro” crea una sensación de placer motivada por el ego de una realidad aumentada y donde cada participante condicionado por las reglas del juego virtual asigna una calificación personal basada en la interacción social, modelando la vida alrededor de una estructura artificial que se encarga de determinar el valor de cada ser humano a través de actos superficiales. Al virtualizarnos, entonces, nos convertimos en seres “hackables”, altamente vulnerables: un objeto definido en la lógica de un sistema, una línea de código de un software personalizado.
En esta misma línea, nos preguntamos: ¿somos parte de ese Sion, presos de nuestros sentidos, engañados por una suerte de ilusión, una especie semejante al poder divino, creados por el sujeto cognoscente, como sostenía Descartes? O en última instancia, reinterpretando a Strawson: ¿somos una totalidad indisoluble, unos estados mentales interconectados codificables?
Lo cierto es que en un ecosistema en el que todo es programable, incluso los “sentimientos”, los estados mentales adquieren un valor agregado, son, de hecho, cuantificables. Esperamos reacciones que se miden en un gradiente de la euforia al temor: todos ellos parametrizados por el denominado “índice del miedo”. Y sin embargo, desconocemos el elemento catalizador en esta formación tecnosocial distópica donde las interacciones reguladas conforman un perfecto mecanismo de control social distribuido, en la que somos predadores de acuerdo con la teoría de la selección natural darwiniana, guiados por un filtro racional autoimpuesto según el imperativo categórico kantiano.
Como en el somos la fuente generadora de “datos alternativos” reutilizables que el “Arquitecto” explora en su afán de perfeccionar el modelo basado en algoritmos de reconocimiento que nos transforma en versiones digitales mejoradas, representaciones con rasgos efímeros del ser.
El 18 de diciembre se cumplen cuarenta años del Tercer Plenario del Comité Central del Partido Comunista celebrado en 1978 que marcó el inicio de un profundo cambio en la orientación económica de la República Popular China. El líder Deng Xiaoping anunció la puesta en marcha del programa “Cuatro modernizaciones” para impulsar la renovación y la apertura del país a las inversiones y comercio internacional. Este programa convirtió a China en la segunda potencia económica y sacó a 800 millones de personas de la pobreza.
China vivió desde el comienzo de la Revolución Cultural en 1966 diez años que estremecieron al mundo. Las persecuciones, los asesinatos, las intrigas palaciegas, las caídas y ascensos de líderes caracterizaron un período turbulento hasta la modificación de la política económica y alineamiento con los Estados Unidos contra la Unión Soviética.
El presidente Xi Jinping recordó recientemente a Liu Shaoqi, quien fue depuesto junto con Deng Xiaoping en 1969 acusados de capitalistas. Liu fue presidente de China desde 1962 y Deng ocupó el cargo de secretario general del PC. Mao contó con el apoyo del ministro de Defensa Lin Biao durante la Revolución Cultural pero los problemas económicos y el enfrentamiento con la Unión Soviética inclinaron la balanza a favor de Zhou Enlai, quien gestó la reorientación de la política exterior, el abandono de los movimientos de liberación fomentados durante la Revolución Cultural y la rehabilitación de Deng Xiaoping en 1973. La visita de Richard Nixon en 1972 y su foto con Mao Zedong fueron los símbolos de esta alianza.
Lin Biao fue el creador del Libro Rojo, agitado como divisa en las revueltas estudiantiles para marcar el rechazo al egoísmo de la sociedad burguesa y de lectura obligatoria en los Partidos Comunistas maoístas. Lin Biao murió en un accidente de aviación sobre Mongolia cuando escapaba golpe decisivo para terminar con el caos y salir del estancamiento económico. Deng Xiaoping regresó a Beijing y logró la aprobación de su programa en el Tercer Plenario del PC convirtiéndose en el líder de facto. Zhao Ziyang, protegido de Deng y favorable a la economía de mercado, reemplazó a Hua.
Deng Xiaoping manejó con firmeza este período de transición con el apoyo del Ejército de Liberación Popular. Deng ya era conocido por su liderazgo en la campaña de represión contra el Movimiento de las Cien Flores en 1957/59. También se acusa a Deng de ordenar la represión de las manifestaciones en Tiananmen Square. La abriendo la posibilidad de su elección indefinida e incorporó la definición de “socialismo con características chinas”.
El homenaje a Liu Shaoqi identifica al presidente Xi Jinping con los líderes comprometidos con la modernización. El proceso requirió el cambio generacional y vencer la resistencia de sectores apañados en el poder desde 1949. Xi Jinping ha confirmado que “apertura” no significa cambio de régimen al menos hasta 2050, cuando se alcance el estado superior del socialismo. Habrá más mercado pero la democracia tendrá que esperar.