Perfil Cordoba

Seguridad, pobreza y derechos humanos

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La ministra Bullrich ganó protagonis­mo con el protocolo de seguridad. En la foto de tapa del sábado aparece saludando a un pertrechad­ísimo sujeto con el mismo gesto canchero y cordial del presidente de Rusia, Vladimir Putin, con el príncipe de Arabia Saudita Mohammed bin Salman. Me dio un poquito de escalofrío­s.

En la foto interior, en cambio, aparece abrazando a dos mujeres de la Policía de Seguridad Aeroportua­ria, como una más, sorora y alegre. Cierran filas. En varias notas se alude a ella, se analiza su presente y su futuro: un momento de gloria. Confieso que las filas que espero que se cierren por fin en la sociedad son las que conducen al diálogo respetuoso, y todavía no veo cómo una fila llevaría a la otra.

Defensora de Género

en El Observador del sábado se comentan los preocupant­es datos de estudios académicos, Indec, ONU y Unicef, sobre pobreza infantil. Con acierto los autores –en masculino porque son todos varones– sugieren pensar de manera compleja (y no solo por niveles de ingreso familiar) un fenómeno que tiene componente­s monetarios y no monetarios.

Aunque no se hace un análisis diferencia­do por género, el hecho de que un determinan­te importante sea la calidad del empleo indica que la pobreza es más elevada en hogares monoparent­ales (en la mayoría de los casos a cargo de mujeres con sus hijos e hijas, trabajo informal, precario y mal pago, y carga de cuidado y doméstica).

Hace décadas que se habla de “feminizaci­ón de la pobreza”, porque las principale­s víctimas son femeninas y porque ellas deben suplir la ausencia de políticas públicas de cuidado. El destino que tienen a la vista como proyecto de vida niños y niñas es diferente, y aunque es una política imprescind­ible no se soluciona con la Asignación Universal por Hijo.

Casi la mitad de la infancia de nuestro país es pobre, y el 70% de los pobres son mujeres. Es una urgencia social y una manda constituci­onal derivada de la Convención por los Derechos del Niño: la prioridad en todo superávit económico deben ser las políticas de infancia. Un poco de perspectiv­a de género allí, por favor.

el domingo, en víspera de los setenta años de la Declaració­n Universal de Derechos Humanos, El Observador dedica sendas notas de Alicia Pierini (ex secretaria de Derechos Humanos de la Nación) y Pierre Gignard (embajador de Francia en nuestro país).

La columna de Pierini señala los aspectos crueles de la colonizaci­ón y evangeliza­ción que resultaron en brutalidad y esclavitud de los pueblos originario­s, pero atribuye a algunos religiosos un giro humanista posterior. Reconoce a la gesta de mayo de 1810 una restricció­n cuando una elite se atribuye ser “el pueblo” sin contar “a los negros, ni a los indios, ni a los sirvientes y lavanderas, ni tampoco a los gauchos del interior”. En realidad fueron explícitam­ente excluidos, y junto con ellos no solo las lavanderas sino todas las mujeres, todas, solo por su género.

Resalta Pierini el mensaje ecuménico del Papa y la humanidad que surge de mirar el mundo desde el lugar del Otro. El problema aquí es la Otra. Una Iglesia que por motivos dogmáticos no acepta mujeres en su cúpula practica la alteridad en un “nosotros” sumamente restringid­o.

El embajador Gignard, por su parte, atribuye a la fundante Declaració­n de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, en Francia, proclamar la igualdad de todos los seres humanos ante la ley. En verdad la Declaració­n tuvo las mismas restriccio­nes que nuestras revolucion­es emancipato­rias. Ninguna mujer era ciudadana. Y para aprender a callarnos, no hay mas que ver cómo acabó en la guillotina Olympe de Gouges por haberse animado a soñarlo.

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TWITTER POLEMICA. La ministra Patricia Bullrich ganó fuerza en el gabinete a partir del nuevo protocolo de seguridad.
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