Todo lo conocido se vuelve diferente
Con curaduría de Cristina Schiavi, se presenta en Museo Marco la muestra “No me digas entiendo” de Alfredo Dufour (1989, San Juan), un conjunto de obras propias de la producción artística amplia y diversa del artista.
Dentro de la sala, uno se olvida de que está en ella. El ambiente es diáfano y las obras de Alfredo Dufour, que son varias y forman la muestra No me digas entiendo, dejan intersticios para pasar de una a otra. La sensación se parece a la que le produce a Alicia el líquido que toma de la botellita que lleva la leyenda Bébeme. No tanto en el efecto menguativo, tal como lo llamó Tim Burton en su adaptación, aunque hay una discrepancia en el tamaño de los objetos que acentúan el carácter onírico sino por el pasaje de una esfera a la otra. Cuando se entra al mundo de Dufour aquello conocido se vuelve diferente. No necesariamente extraño. Tampoco siniestro, en el sentido psi, de lo que es familiar y deja de serlo. Es casi un parpadeo; un instante en el que estábamos en un lugar y el aleteo de una mariposa cambia las condiciones. Es mínimo. Tanto que no es una experiencia sensible unánime. En todo caso, me ocurrió a mí.
Si esa impresión que producen los trabajos de este artista se debe a la lógica del pop, sacar a los objetos cotidianos de un espacio doméstico o de consumo y ponerlo en el ámbito del arte, o es la percepción desautomatizada de lo conocido que recomendaba el Formalismo ruso para es- timular la creación, no queda demasiado claro. Son las dos maneras que están presentes, por cierto, en un universo de significación que remite a las tradiciones del siglo XX.
Pero con Dufour, en el manejo de la tecnología rudimentaria para hacer un video, la utilización de utensilios de cocina, recipientes de plástico, flores artificiales, colores primarios, materiales baratos, otra alternativa ocurre. Una que no solo conceda
La simpleza en la resolución de las obras del artista resulta apabullante
ese aspecto hacia el pasado, las referencias de vanguardia antes mencionada, sino un planteo personal, incluso de futuro. La simpleza en la resolución de las obras es apabullante. Hacer con poco pero también expandir el terreno de lo sencillo hasta las más extremas consecuencias. Tanto es así que a partir de su obra se podría inventar un concepto que lo describa y potencia: la simplicidad hiperbólica.
En ese juego contradictorio, por momentos incongruente que sacude lo que al principio se sabe de las cosas más elementales, se posicionan las piezas que trama Dufour. Porque a primera vista hay una caja, tarros de lavandinas, cacerolas y tapas pintadas, unas sillas engarzadas, una mesa, un video con un programa casero y rudimentario. De ahí que el título de la exhibición cobre sentido. O por lo menos, uno de tantos: no me digas entiendo.
Como el chiste que hace repetir la palabra, te dije que no me digas, junto con la verdadera comprensión del asunto. En la superficie, en la llanura de las cosas, lo que se ve es lo que es. Pero también ese video es un autorretrato en el que el dibujo animado con su nombre se saca la cabeza. Y en el que Pavarotti llega a las notas más altas de Il Fiume, la parte que canta en Miss
Sarajevo junto con Bono, al tiempo que se encarama en las cumbres de la emotividad un poco cursi.
Las lavandinas son naturalezas muertas. Pueden, además, ligarse con las pinturas de Ricardo Garabito que puso estos frascos, junto con mangueras y baldes, en donde antes había manzanas y uvas.
El recurso de trompe-l’oeil, el que engaña al ojo que se utiliza desde el arte clásico hasta la contemporaneidad, es síntoma y síntesis de su apuesta creativa. No solo es un embuste o patraña a la visión: lo es al entendimiento. Lo es a la razón, si de exageraciones se trata. Realizado con el mínimo de componentes, logra el máximo de efectividad. La puerta que invita a ser traspasada. Otra vez, el espejo que atrae y atrapa al espectador/lector. El cuarto propio y los girasoles que remiten a Van Gogh; la caja que es una escultura, los colores de Mondrian y las perspectivas de ensueño a la De Chirico están en las obras de Alfredo Dufour. ¿Estamos seguros de que realmente está todo esto?
No me digas entiendo Alfredo Dufour. Curadora Cristina Schiavi. Marco –Museo de Arte Contemporáneo de La Boca– Pedro de Mendoza y Villafañe.