Gerundiando con Macri
cualquiera: “Nosotros somos hombres comunes trabajando por una Argentina distinta, muchachos”, dijo en un discurso de julio de 2003.
Y con una elocuencia que atendimos casi en forma diaria hacia el final de su mandato, la presidenta Cristina Fernández nos habituó a esa estética discursiva suya tan enérgica y activa, tan “yoica”. Empleando el lunfardo chic (“Too much”, “My good”) y los coloquialismos (“cobrabas 142 mangos, mirá vos…”), desbarató para siempre los usos y costumbres discursivos acción sin fin.
Así, consistente con el lema impreso en los carteles de vía pública –“Haciendo lo que hay que hacer”–, nuestro presidente no escatima el uso de los gerundios. Por caso, al inaugurar el Gasoducto Cordillerano Patagónico –en una distracción de sus vacaciones angostureñas y en un discurso de siete minutos–, no se privó de su uso: “Llevándoles soluciones concretas a la gente” o “Volviendo a transformar obras en esperanza” entre muchos otros. Y es que, coherente con su habitual contenido