Como hizo Bowie en ‘Blackstar’
—¿Cómo analizás el interés por la obra de Levrero después de su muerte?
CAROLINA BARTALINI: La escritura de Levrero desborda el mercado editorial. Es claro que sus primeras obras reeditadas fueron las escrituras autobiográficas, en España por ejemplo, salió y fue leída como una señal (trunca) del estilo de este autor. Las operaciones del mercado, y de la crítica, hacen centellear determinados aspectos de una literatura de autor de acuerdo con las formas de leer, y los circuitos de valor y consagración en determinado momento: hace unos años se trata de las escrituras del yo. Es asequible ahora, no lo fue en su momento, especialmente con respecto a a Pero en esta operación, quedan marginadas otras zonas que siguen desbordando y nadie sabe muy bien qué decir sobre ellas.
—¿En qué sentido se produce ese desborde?
—Me parece que no es un caso típico de valoración después de muerto, como sí sería Pizarnik, por ejemplo. Creo que se dio un desafortunado desajuste entre la apertura que le dio en el mercado editorial grande junto con su muerte. Creo, sin embargo, que hubiera sucedido de todos modos. Pero en este caso hay un problema mayor, y éste es la obra: es una obra que relata un proceso de desintegración. No es solo esto, por supuesto, pero sí se produce un fuerte clinamen que desborda hacia lo real. Como hizo David Bowie en hay una experiencia que convoca y que carga de aura al sujeto a través de la obra final, pero a la vez esa obra no sería tal si no hubiera sido realizada en esos términos. folletín, bien narrado, pero hasta ahí nomás”, que sin embargo lo apasiona), Philip K. Dick (“está demasiado metido en la paranoia para desarrollarla artísticamente”, observa acerca del relato “La fe de nuestros padres”) y John Dickson Carr (“un hijo de puta mal nacido que escribe para un público de oligofrénicos impúberes”) son algunos de los títulos y los escritores sobre los que opina, como se ve, con franqueza.