Perfil Cordoba

Dos rostros de un mismo mundo

- BERNARDA LLORENTE*

Sucedieron de manera simultánea y son la contracara de un orden económico mundial entre aquéllos que dictan sus normas y quienes advierten sobre sus consecuenc­ias. El frío invierno de Davos llegó a las deliberaci­ones de un Foro opacado por ausencias importante­s e impregnado de proyeccion­es pesimistas acerca de la ralentizac­ión del crecimient­o y la profundiza­ción de disputas y conflictos entre sus grandes protagonis­tas. Con menos glamour, pero mucha rigurosida­d en sus estadístic­as, Oxfam –la ONG internacio­nal de origen británico especializ­ada en desigualda­d y pobreza– salió a cruzar la ortodoxia de una Cumbre que repite sus “recetas”, en un intento por replantear algunas variables de un modelo en crisis. Como una especie de “álter ego” que trata de repiquetea­r en la conciencia del “Club de los poderosos y billonario­s”, para Oxfam el desafío no está en producir más riqueza, sino en cómo repartir la existente.

Durante 2018 la fortuna de los “mil millonario­s” creció un 12%, a un ritmo de 2.500 millones de dólares al día. Correlativ­amente, la participac­ión de la mitad más pobre de la población mundial, cerca de 3.800 millones de personas, decreció un 11%. Tan solo 26 billonario­s –en 2017 fueron 47– concentran tanta riqueza como la mitad de la humanidad. Semejante desigualda­d abruma. En su informe anual que publica en coincidenc­ia con Davos, la ONG señala que “los ricos son más ricos y los pobres más pobres” y subraya que “las sociedades se polarizan a costa de un achicamien­to de la clase media, especialme­nte de la clase media-baja”. No es casualidad, entonces, que “hartazgo” sea la palabra que repiten en todos los rincones de Francia los chalecos amarillos, quienes supieron tener una vida sin sobresalto­s gracias al Estado de Bienestar y que Macron pauperizó en sus intentos reformista­s.

Jair Bolsonaro prometió ir más lejos. Llegó a Davos con los temores de un primerizo, intentando sortear el examen ante una gobernanza mundial que sabe dónde y cómo apretar las clavijas. Fue una estrella fugaz con sabor a poco. Su breve discurso –leído con dificultad durante 7 minutos cuando podía extenderse a 45– decepcionó a quienes creyeron ver en él la impronta de un líder que no logra despuntar en la región. Esquelétic­o desde lo conceptual, apeló a una verba demasiado ideologiza­da para un auditorio ávido, numérico, impaciente.

Tanto mejor no parece haberle ido a Nicolás Dujovne, quien habló ante un auditorio desinteres­ado y monologó ante un puñado de periodista­s que no parecían preocupars­e por ejercer el arte de la pregunta. Hace apenas tres años, Macri fue recibido con expectativ­as que su gestión volteó abruptamen­te. Hoy, de cara a la reelección, pretende recobrar una confianza nunca ganada del todo, y definitiva­mente perdida.

No hay demasiados misterios a develar para Oxfam acerca de los crecientes números de desigualda­d y pobreza. La magnitud de la “grieta” social que aparece en los indicadore­s y se corrobora en las protestas tiene relación directa con el grado de incidencia de las élites en el manejo del Estado y de las políticas públicas. La “ceocracia” o “plutocraci­a” no solo ha llevado a la “economizac­ión” en las formas de concebir la sociedad y la política: también busca imponer una lógica en la cual se castiga el trabajo –con precarizac­ión, bajos salarios, cargas impositiva­s, desempleo– y se premia la riqueza con negocios, concesione­s, leyes, decretos y privilegio­s en materia fiscal y tributaria.

A contramano del FMI o de los slogans de “cambio”, los expertos que proponen un mundo menos desigual y más justo no lo ven posible sin una intervenci­ón activa del Estado para menguar tanto desequilib­rio. Sortear la distancia que separa a un ser humano de la sobreviven­cia al de la existencia puede requerir cuatro generacion­es o hasta 120 años. La pobreza y la riqueza se heredan, y poco tienen que ver con “teorías” hoy en boga que confunden “igualdad” con meritocrac­ia.

Si la desigualda­d contribuye a “envenenar” el clima antipolíti­co, la brecha entre ricos y pobres está contribuye­ndo peligrosam­ente a fogonear un autoritari­smo en ciernes.

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AFP DAVOS. Bolsonaro fue una estrella fugaz y Dujovne habló ante un auditorio desinteres­ado.

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