Ya suman 33 los casos de víctimas de abuso del ex pediatra de ORT
“El proceso de aceptar un abuso es largo. Primero fue un proceso interno, en el que no quería que se sepa. Pero como teníamos un vínculo de amistad familiar, todos se enteraron y lo asumí. Hoy no me afecta que se sepa. Se lo conté a mis amigos íntimos primero, y el acompañamiento y creencia de mis padres desde el primer momento fue fundamental”. La explicación, que suena convencida y con mucho trabajo personal, viene en primera persona de Darío Schvartz (34), una de las cuatro víctimas que ya presentaron una denuncia penal contra el médico Alberto Cirulnik en la Justicia, que retomará sus actividades el jueves tras el fin de la feria. Las primeras tres denuncias se presentaron el 14 de diciembre, y el caso está a cargo del juzgado Criminal y Correccional 41, subrogado por el juez Luis Alberto Zelaya.
Como Schvartz, que habla con PERFIL, hay otras 32 personas más, al menos hasta hoy, que han dado un paso adelante en reconocer al ex pediatra de la ORT y otros centros educativos de la comunidad judía como su abusador durante la infancia. Las abogadas Andrea Quaranta y Nadia Rivas, representantes de las causas de Schvartz, Leandro Koch, Malena Filmus y Mariano, el propio sobrino del médico –que vive en Estados Unidos y viajó al país para sumar ante la Justicia una denuncia de abuso– no descartan que “haya al menos un par más” de denuncias para sumar no bien se reanuden las actividades judiciales. Ellas habían solicitado que se le impidiera a Cirulnik salir del país pero eso les fue negado.
El 28 de diciembre, las abogadas se reunieron con 14 víctimas del ex pediatra, y recibieron más consultas durante el mes de enero. El próximo jueves, realizarán otra reunión más para escuchar más casos que se acercaron. “La víctima que tenemos más lejana en el tiempo fue abusada en 1975 y la más cercana, en 2011”, detalla Quaranta.
Las últimas noticias que se tienen del ex médico –a quien la institución desvinculó recién en 2011, aunque Schvartz y sus padres confrontaron un año antes en el estudio contable del que Cirulnik era cliente y ellos, sus proveedores– eran que estaba vinculado a una práctica médica en Escobar –de allí hay al menos una víctima que se presentó ante las abogadas– y antes, que trabajaba en una obra social de personal gráfico, en la que fue denunciado también de forma anónima.
Schvartz no solo debió enfrentar las consecuencias de los abusos de Cirulnik contra él, sino que también fue querellado judicialmente por el abusador. “Como mis padres y él compartían un grupo en el club Kadima, primero enfrentaron los rumores sobre mi caso, porque las familias se enemistaron; y luego, recibimos un juicio por injurias, que él mismo ofreció arreglar después que lo enfrentamos”, cuenta. “Durante muchos años, yo ‘olvidé’ que esto era parte de mi vida, pero por otros, lo googleaba, seguía viendo qué encontraba sobre él. Cada uno vive estas experiencias de forma diferente”, relata Schvartz. “Pude armar mi propio estudio contable, vivir con mi novia y hasta adoptar una perrita”, cuenta.