De quién es el aniversario
Por supuesto, la fecha condensa sentidos y experiencias; y convoca a diferentes ejercicios de memoria. Una arqueología de esas memorias puede descubrir, como en la Roma evocada por Freud, capas sedimentadas de sentidos acumuladas a lo largo de más de cuarenta años. Pocos se animan a recuperar, al menos públicamente, el sentido celebratorio que buscó instituir la dictadura como el comienzo de un nuevo orden. La experiencia alfonsinista ha dejado sus huellas, sobre todo en el lazo que establece entre el recuerdo de la dictadura y los pilares que realizaron su derrocamiento institucional y simbólico, el informe y el Juicio a las Juntas. Y ha consagrado a Alfonsín como un héroe civil, el “padre de la democracia”, tidades, es la exhibición de un activismo que convoca mayormente a los encuadrados en las luchas del presente.
La evocación que se desplaza de los crímenes y las víctimas a los combates y la militancia agrega otra dimensión a los usos de la fecha: las luchas del pasado continúan hoy contra los mismos enemigos. La impregnación del acontecimiento por las formas sectarias de la política no es reciente. En la celebración de 1996 se decía: reapropiado para distintos usos políticos en el presente. Distinta es la narrativa de ese derrocamiento que relega el Juicio a las Juntas y, en general, la edificación institucional de la democracia, para ensalzar el gesto de Néstor Kirchner, revestido de una épica que resulta bastante módica, en el acto que hace descolgar el retrato del General Videla del Colegio Militar. El ejercicio de una memoria más o menos fijada borra y reescribe el pasado. Es lo que puede verse, todavía hoy, en la página web del Espacio Memoria y Derechos Humanos, ex ESMA, en la que la presentación destacada del gesto del presidente Kirchner desplaza al olvido la acción del presidente Alfonsín, el
y el Juicio a las Juntas. (Ver http://espaciomemoria.ar/origenes.php) “aquel plan institucionalizado por la dictadura militar es continuado por lo que hoy es una dictadura con votos”, como afirma Lorenz. Gobernaba Menem. En 2001, 25 años del golpe, el blanco era De la Rúa y Cavallo; y la consigna “El poder económico y los gobiernos de turno garantizan que el genocidio impune de ayer continúe con el genocidio de hoy”.
25 de marzo de 2001.) En 2017 el enemigo es Macri; y la declaración no se priva de incluir un respaldo al golpe de palacio con el que entonces Nido colás Maduro buscaba suprimir el Parlamento venezolano. (En: https://bit.ly/2Yhim2W)
Como se ve, la reducción al izquierdismo (en el sentido de Lenin, a saber, infantil) que expulsa a quienes simplemente querrían manifestar su rechazo a toda dictadura y honrar a las víctimas, no comenzó con el presidente Néstor Kirchner, aunque sin duda se consolidó el rumbo sectario en la apertura de la ESMA, el 24 de marzo de 2004. Sí inauguraba, como se dijo muchas veces, una política de Estado, lo hacía degradan- lo que debió ser una ceremonia de Estado, convertida en un acto de la militancia que expulsaba a los otros poderes, a la oposición y las dirigencias políticas y sociales.
Finalmente, en esas formas ritualizadas y encerradas en prácticas de secta se condensa una dimensión fallida, que no es solo ni mayormente de las memorias de la dictadura sino de la experiencia de la democracia. Pudo ser una conmemoración ciudadana, una renovación ritual del pacto democrático sostenida en el lenguaje de los derechos humanos como fundamento de una comunidad ética y política. Que es algo distinto de la evocación crispada de la revolución y la guerra, la memoria herida de un proyecto revolucionario fracasado que sin embargo, sigue alimentando el imaginario miliciano de la la voluntad y la excepción revolucionarias. El 24 de marzo termina recuperando, invertida en un espejo deformado, la evocación de las luchas de los 70. “No nos han vencido” podría ser también una consigna de algunos soldados de la dictadura que, como afirmaba el Almirante Emilio Massera en el Juicio a las Juntas, esperan ser reivindicados en el futuro.
La fecha hoy, en la escena pública, es sobre todo un síntoma del fracaso de las promesas abiertas aquel 10 de diciembre de 1983, aquellas que Alfonsín enunciaba con su espléndida retórica cuando nos emocionaba recitando el Preámbulo de la Constitución y llamaba a “constituir la unión nacional”. En aquella fiesta estábamos todos (casi). Pero esas memorias, las del 10 de diciembre, han quedado relegadas; y retornan desde el pasado sobre todo las figura del antagonismo o la trinchera que alimentan, impiadosas, la discordia de los argentinos.