Perfil Cordoba

“Coman chicos, porque no sabemos si mañana vivimos”

- A.D.

El 24 de marzo de 1976, el provincial de los Jesuitas Jorge Bergoglio estaba en plena mudanza de su sede porteña de Bogotá 327, en el barrio de Flores, al Colegio Máximo de San Miguel. La medida estaba en línea con las directivas que había dado a todos los jesuitas: trasladars­e a vivir a los albergues de la congregaci­ón. Los objetivos de esas directivas eran dos: primero, volver a concentrar los sacerdotes en las casas religiosas y segundo, menos explicitad­o, brindar un espacio de mayor protección y seguridad ante lo que podía venir. El Colegio Máximo era (y es) una suerte de fortaleza medieval muy poblada, que da cierta sensación de inexpugnab­le.

Entre los testimonio­s de aquellos a quienes Jorge Bergoglio protegió en aquellos difíciles momentos, está el de Armando Liscano. Armando y su compañera Marita eran dos militantes de izquierda uruguayos a quienes Jorge Bergoglio mantuvo bajo su protección hasta que lograron salir del país. Armando relata lo siguiente: “Llega la noche del 23 de marzo, nosotros tipo 7 u 8 nos fuimos a la casa de Bergoglio. ¿Qué hacemos Jorge, qué hacemos? Recuerdo que Jorge nos sirvió una ensalada con nueces y vino tinto y dijo una frase: ‘coman chicos, porque no sabemos si mañana vivimos’. Lo llamaban distintas personas por teléfono. Allí me dijo que el golpe no iba a ser como el de Chile, que no iba haber resistenci­a, pero que no sabía qué podía pasar.” Este relato es parte de un libro editado en Argentina y España por Penguin Random House, que recoge 25 testimonio­s inéditos sobre el rol de Jorge Bergoglio durante la dictadura iniciada en 1976.

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