Levantándome temprano
Las biografías de los artistas se pueden dividir,
entre alondras y búhos. Eso que comparten con el resto de los mortales de tener hábitos de trabajo y creación más intensos a la mañana o, por el contrario, de noche. Entre los que de manera sistemática ubicaron sus jornadas laborables nocturnas estaban Pablo Picasso y Jackson Pollock. Nunca se levantaban antes de las dos de la tarde, y dedicaban las horas de oscuridad a pintar.
Por el contrario, Andy Warhol se levantaba muy temprano y, durante diez años, a las 9 de la mañana hablaba por teléfono con un amigo. Todos los días, a esa hora, con la misma persona. Otra artista de ritual de lo habitual era Louise Bourgeois.
Jerry Gorovoy, quien fue su asistente, manager y persona de confianza desde los años 80 hasta su muerte, contó que ella se despertaba temprano, tomaba un té y comía mermelada “directamente del frasco”. Azúcar como combustible para salir al ruedo. Porque a las 10 de la mañana, todos los días, él, Gorovoy, pasaba a buscarla para ir a trabajar al taller. En esa rutina se inspira su obra
una pieza compuesta por treinta paneles pintados a mano en los cuales están las manos y los brazos de él y de ella. Está enmarcada y contiene esas imágenes en diferentes posiciones, el señalamiento de la hora y la frase que le da título al trabajo de la artista francesa, realizado en 2006. Cada hoja es de pentagrama, diseñada como una melodía para ser bailada en esa cotidianidad de a dos.