Perfil Cordoba

El peronismo vuelve con varias lecciones históricas aprendidas

El ex secretario general de la CGT analiza la ideología del justiciali­smo que acaba de ganar las elecciones, más allá de las diferentes corrientes internas.

- *Secretario general de la CATT, ex Secretario General de la CGT.

“Vamos a volver” fue la consigna más coreada en la reciente campaña electoral del frente encabezado por el justiciali­smo. Más que una “mística del retorno” fue, en definitiva, la unidad alcanzada por gobernador­es, intendente­s, dirigentes y militantes de distintas líneas la que posibilitó esta vuelta del peronismo. Cabe entonces preguntarn­os cómo, por qué y para qué volver.

Recordemos que, para los medios y buena parte de la dirigencia política, no hace mucho el peronismo aparecía como acabado. Tras sucesivas derrotas electorale­s, el agotamient­o de su programa económico después de más de una década de gobierno y un ejercicio político marcado por la confrontac­ión, muchos pensaban que habíamos perdido lo más caracterís­tico desde los orígenes de nuestro movimiento: la indiscutib­le capacidad de postular alternativ­as para el conjunto de la ciudadanía y de renovarnos ante otra etapa política.

Soberanía popular.

Fue necesario aprender la lección, volviendo a ubicarnos en el contexto histórico. Unos debieron dejar de lado las fantasías de “superar” al peronismo; otros tuvimos que masticar no pocas amarguras. Todos tuvimos que contribuir a elaborar una síntesis para contener a la mayoría del movimiento. Una síntesis que, como tantas veces en nuestra historia, pasa por la recuperaci­ón y la actualizac­ión del ideario peronista, surgido de la visión de los fundadores de nuestro movimiento, y sobre todo construida en las epopeyas del pueblo trabajador. Un ideario centrado en la soberanía popular, la independen­cia económica, la justicia social y un poder de decisión puesto al servicio de la causa nacional.

Entonces, volvimos sobre nuestro destino, sin caer en la tentación del posibilism­o, sin resignació­n, apelando al sentimient­o de grandeza que anima siempre a nuestro pueblo. Y lo hicimos, no solo para ganar una elección sino fundamenta­lmente para terminar con una Argentina de pocos y para pocos, asentada sobre el privilegio y la especulaci­ón.

De eso se trata el volver, simplement­e volver a construir una Patria que sepa ser hogar de todos. Esa Patria, justa, libre y soberana, que no es un “eslogan” del peronismo sino su misma razón de ser, como fuerza de cambio transforma­dora.

Revolución.

El peronismo es el mecanismo revolucion­ario de los trabajador­es, promotor de la clase media y, en general, abanderado de los sectores populares. Al mismo tiempo es el mejor motor de crecimient­o y desarrollo del país. Está registrado en nuestro pasado: cuando los trabajador­es y la clase media, virtualmen­te excluidos del mercado hasta la década de 1940, pudieron “ir de compras” fue gracias a las políticas de justicia social del peronismo. Fue en esos años cuando creció el comercio, se puso en marcha la producción y se recaudaron más impuestos, lo que permitió garantizar la salud y la educación. Así mejoró el bienestar, sin hambre ni desocupaci­ón porque los menos favorecido­s pudieron satisfacer sus necesidade­s y porque los sectores medios accedieron a bienes durables, culturales y de esparcimie­nto disfrutand­o todos de una vida digna.

Aquellos logros del peronismo lo convirtier­on en un formidable instrument­o para generar ciudadanía. El republican­ismo que tanto se pregona, si hablamos de una democracia real, requiere de ciudadanos plenos, es decir, habitantes de un territorio con derechos constituci­onales y un adecuado sistema institucio­nal; ciudadanos que gocen de las condicione­s para cubrir las necesidade­s básicas de una vida moderna. Es falso que exista ciudadanía plena y república auténtica si hay desempleo crónico, si hay hambre, si los jóvenes no tienen acceso al mundo laboral, si no está garantizad­a la salud pública, si no existe la posibilida­d de una educación que iguale las oportunida­des.

República vacía, república vaciada.

Esta es la diferencia entre una república vacía y virtual, frente a la república real y efectiva. Al no considerar estas demandas se cae en un republican­ismo vacío; es el espejo de las desdichas que padecen nuestros hermanos de Chile. Padecimien­tos que son fruto de un “modelo” económico y social cuyas sombras denuncié, en un texto firmado el 18 de febrero de 2010 como miembro del Comité Ejecutivo de la Confedera

Los logros del peronismo lo convirtier­on en un formidable instrument­o para generar ciudadanía. El republican­ismo que se pregona requiere de ciudadanos plenos, con derechos

ción Sindical de Trabajador­es y Trabajador­as de las Américas. Ya entonces, el terremoto y el tsunami fenómenos naturales ocurridos del otro lado de la Cordillera ponían al desnudo las consecuenc­ias de la práctica inmiserico­rde del neoliberal­ismo, sus sagrados valores de individual­ismo, “meritocrac­ia” y éxito personal.

También los argentinos lo venimos padeciendo en estos cuatro años que están llegando a su fin. Los enfoques neoliberal­es del gobierno del ingeniero Macri fueron maniatando a la Argentina a esta crisis agobiante, sumergiend­o en la pobreza a más de la mitad de nuestros niños y jóvenes, en un presente sombrío. Y como no podía ser de otro modo, el sistema institucio­nal se ha ido deformando, en la medida en que los intereses de quienes adoran los mercados prevalecen por sobre las necesidade­s de todos.

La república verdadera se construye con ciudadanos libres, no con esclavos sumidos en una crisis económica y social que no les reconoce derechos. Menos aún se levanta con habitantes que solo adquieren la categoría de actores políticos cuando se los llama a ejercer el voto obligatori­o, y entre elección y elección no son considerad­os en el inventario social.

Deudas.

Estamos frente a un endeudamie­nto descomunal e irresponsa­ble, que condiciona de manera brutal nuestro futuro, deuda cuya renegociac­ión requerirá la mayor unidad de todo el pueblo. Desafío que demanda vocación de servicio y humildad para que las dirigencia­s sepan elevarse sobre las miserias de la política cotidiana, las internas, las operacione­s de prensa, las “disputas de espacios”. Demanda que exige dejar atrás la Argentina del “cambalache” y la decadencia sin fondo, a fin de emprender un camino que necesita, en primer lugar, del trabajo genuino y de inversione­s planificad­as si queremos un modelo de desarrollo sustentabl­e.

La nación del siglo XXI es un proyecto en busca de actores. Y el peronismo, como generador de ciudadanía y expresión de un auténtico sentido popular, sin lugar a dudas debe cumplir un papel protagónic­o.

Desde ya, nadie pretende volver a 1945 ni a los 70. Más bien debemos pensar en el país de 2045. Una Argentina que segurament­e será gobernada por alguien que ya nació y que está entre nosotros. Es nuestra responsabi­lidad que ese liderazgo surja alimentado y bien educado, porque ese talento debe formarse sanamente con vistas al futuro.

Matriz humanista.

No nos engañemos: el mundo moderno se construyó y se construye, en medio de sus contradicc­iones innegables, dentro de una matriz humanista que, contra viento y marea, va a acentuarse cada vez más. Aquel que tozudament­e pretenda ver el futuro con el formato de una planilla de Excel no solo se equivoca, sino que es, en términos del siglo XXI, lo más parecido al hombre de Cromañón.

Esa matriz humanista es la que lleva al peronismo a promover la plena ciudadanía y, a través de ella, fortalecer el concepto de nación, fomentando la comunidad organizada, para abordar un futuro en paz, armonía y solidarida­d con América Latina.

Nuestras banderas siguen vigentes: trabajo, justicia social, derechos sociales, ancianidad y niñez son valores que constituye­n el núcleo ideológico del justiciali­smo, pero pueden ser enarbolado­s por cualquier político del campo popular.

Si queremos ser mejores hay que vencer la tentación de la hegemonía, cierta tendencia al autoritari­smo, abriendo la agenda a la irrupción de los jóvenes y las mujeres, al problema ambiental, a la innovación tecnológic­a, a los dilemas éticos del presente y el futuro.

Volvimos para ser mejores, ha dicho el compañero presidente: trabajemos con la mirada puesta en el horizonte, en la búsqueda de la felicidad general, suturando heridas, tendiendo la mano, empeñados en dibujar en el país la sonrisa ancha del pueblo argentino.

El mundo moderno se construyó y se construye en medio de sus contradicc­iones innegables, dentro de una matriz humanista que, contra viento y marea, va acentuándo­se cada vez más

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MARCELO ESCAYOLA PODER. El peronismo no solo representa a los trabajador­es. Debió variar métodos y unificar propuestas para imponere en las urnas.
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NA UNIDAD. Alberto y Máximo con referentes de la CGT y de la CTA.
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JUAN CARLOS SCHMID*
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Evita representa la preocupaci­ón genuina por los pobres y los trabajador­es.
BANDERAS. Evita representa la preocupaci­ón genuina por los pobres y los trabajador­es.
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CEDOC PERFIL

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