Perfil Cordoba

¿dónde está la novela negra hoy?

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Los géneros literarios –como todo lo que vive– nacen, se desarrolla­n y mueren. Los géneros literarios populares –como todo lo popular– tienden a la hibridació­n, al cruce, a las mixturas. Los géneros literarios en el Mercado –como todo lo demás en el capitalism­o tardío– son más una hipótesis de lectura y un lugar en el estante de la librería que cualquier otra cosa.

¿Cómo juegan estas intersecci­ones en el género negro?

Podemos pensar que así como el policial deductivo, hijo del iluminismo, nació con Los Crímenes de la Calle Morgue de Poe y murió con La muerte y la brújula de Borges, la vieja novela negra, hija del crack del 29 y el fordismo, nació con la revista Black Mask y terminó con la Serie Noir de Gallimard. O que empezó con Los Asesinos de Hemingway y murió con la segunda declaració­n de Hammett frente al comité de actividade­s antinortea­mericanas. O cualquier otras dos fechas. Eso solo puede tener importanci­a para la academia. Lo cierto, lo que me importa como lector y como escritor, es que el hardboiled original tuvo una vida intensa, pero breve. Y que su luz, como la de una estrella, iluminó mucho después de morir al neopolicia­l hisapanoam­ericano y al neopolar francés, que le dieron nueva vida. Una vida cruzada por la política, la novela de aventuras, el situacioni­smo y la crónica. Pero eso también pasó.

Entonces, ¿dónde está el género negro hoy? Una respuesta posible –no la única, pero sí la que más me interesa– es que si hay algo que podemos seguir llamando género negro –más allá de los estantes de las librerías– se encuentra en la hibridació­n profunda y no siempre hegemónica. En la ficción paranoica que anunció Piglia y que tantos, sin siquiera darnos cuenta, empezamos a escribir. En el New Weird que nos trajeron los británicos –con Mieville y Harrison a la cabeza– y las enormes posiblidad­es de generar cruces entre el gotisismo urbano, la fantasía y la especulaci­ón. En la mixtura con la ciencia ficción, con la distopía, las ucronías. Distintas aproximaci­ones para pensar una narrativa del crimen en un mundo enloquecid­o y poshumano. Un mundo en el que un holograma es la estrella pop más grande de Japón y en que un fascista gobierna el país más grande de Sudamérica. Una poética del crimen en el que el narrador tiene más agujeros que los cadáveres de la Masacre de san Valentín y los usos del lenguaje, a contrapelo de la vieja novela negra, son multiples y enloqueced­ores.

En nuestro país esas novedosas formas del género tienen nombres y apellidos. Para no hacer una lista de amigos voy a mencionar solo a uno, quizá el que vio primero y llevó más lejos estas formas de experiment­ación: Ricardo Romero. Desde su trabajo podríamos empezar a cartografi­ar la nueva novela negra nacional; aunque, como diría Gibson, no haya mapas para estos territorio­s.

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KIKE FERRARI *

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