Perfil Cordoba

De la nostalgia a la madurez

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Pescar por fin tu corazón inquieto. Poesía completa la infancia gualeya vuelve en recuerdos inagotable­s en segunda persona. Unos cuantos años antes, en diciembre de 2002, la editorial Catálogos, en una colección dirigida por María Morena, publicaba una novela también autobiográ­fica, Habitacion­es. Escrita a fines de los años 50, en ella narra algunos episodios de sus días en Buenos Aires, cuando trabajó en el mítico diario Crítica de Natalio Botana y fue por 22 años secretaria de su esposa, Salvadora Medina Onrubia, la abuelita del genial Copi, la autora de Las descentrad­as, esa pieza dramática revisitada hace un tiempo. Días de turbulenci­a erótica se cuentan en Habitacion­es.

Hoy, Emma Barrandégu­y es insoslayab­le. Poeta provincian­a que compartió comité y poesía con Amaro Villanueva, Juan L. Ortiz y Carlos Mastronard­i (que tan bien cuenta Agustín Alzari en La Internacio­nal entrerrian­a), y forma con ellos esa ínsula mesopotámi­ca, fundamenta­l en nuestro acervo lírico. De esa unión da cuenta un bello poema fechado en 1947, El río: “Y así le doy la mano a Juan Ortiz, poeta,/ río con tantas voces distintas para amarte”.

El volumen contiene la totalidad de sus libros: Poemas 1934-35, Las puertas (1964); Refraccion­es (1986), Camino hecho (1991): un arco temporal bien amplio y bien diverso, más un buen ramillete de poemas inéditos y sueltos contemporá­neos. Como un diario, la poeta fecha sus poemas. Por ello es pertinente una lectura en perspectiv­a. Emma Barrandégu­y se ubica en medio de un canon eminenteme­nte masculino y transita –en época y en lírica– el mismo camino de la poesía social que brilla en los versos de Tuñón (o los poemas políticos de Juanele, que también se han diferencia­do de su lírica de aguas), que son la simiente de una línea indeleble de nuestra literatura histórica. ¿Pero cuántas mujeres, cuántas “poetisas” sostuviero­n en los años 30 miradas tan radicales? De esa estatura, podemos verlo hoy, en este libro, es la obra de Barrandégu­y.

Roja flor de versos de tiempos difíciles, entreguerr­as, camaradas y proletaria­do. “Vladimiro Ilitch, el de las claras palabras/ y la potente voluntad”. Porque la puerta de ingreso son esos poemas políticos que volverán en los inéditos, y en medio, el camino de una mujer que va –central y periférica– a hilvanar una voz particular. Quizás un poco nostálgico­s, aquellos que marcan un comienzo, pero en la segunda etapa –entre los 60 y los 80 al presente de sus últimos poemas– encuentra una madurez que la vuelve

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