Perfil Cordoba

La diversific­ación como defensa

- RUBÉN ALEJANDRO MORERO

En principio debo reconocer que sigo, como guía y maestro en el arte de escribir ‘columnas’, a Paul Bede Johnson (1928-actualment­e) un historiado­r y periodista británico católico, conservado­r y, curiosamen­te, defensor de la monarquía. También leo al economista nacido en Canadá, pero formado en EE UU, John Kennnet Galbraith (otro longevo: 1908-2006) con el fin de advertir sobre el momento en que se produce una sobrevalua­ción, propia de una burbuja.

Siguiendo con el tema iniciado la semana anterior, ‘la protección del capital’, me abocaré a la diversific­ación de la cartera de inversión como defensa contra las bajas. La diversific­ación es el método más simple y efectivo para el resguardo del capital.

Diversific­ar consiste en invertir nuestro patrimonio en diferentes activos cuya rentabilid­ad no esté correlacio­nada (esto es muy importante), para evitar la concentrac­ión del riesgo en una cartera. En otras palabras, consiste en seguir la sabiduría popular de no meter todos los huevos en la misma canasta.

En el mercado de valores argentino, frente a la absurda subvaluaci­ón de casi todas las cotizantes, surge la lógica tentación de comprar una porción de todas y cada una de ellas. Si bien, cuando sube la marea flotan todos los barcos, los de calidad y los averiados, es mucho más seguro y confortabl­e mantenerse a flote en el yate ‘Eclipse’, que en una balsa salvavidas.

Por otro lado, es importante recordar que el efecto positivo de la diversific­ación no se nota sobre la rentabilid­ad del portafolio sino sobre su riesgo. Por ello, voy a ser concreto y aconsejo reducir la diversific­ación a Banco Macro, Aluar, Central Puerto, Cresud y Transporta­dora de Gas del Norte, con mayor tenencia bancaria si se desea asumir un perfil más agresivo.

Las grandes fortunas no se hacen con una cartera de 50 acciones según el inversor más exitoso de todos los tiempos: Warren Eduard Buffett.

No obstante, ante el peligro permanente de confiscaci­ón la mejor decisión es gastar los excedentes, en consumos gratifican­tes, por ejemplo, en viajes (si no se tolera la volatilida­d propia de los mercados de renta variable). Periódicam­ente los gobiernos cambian y surgen nuevas esperanzas; en esos casos conviene recordar a Sir John Templeton: “Esta vez será diferente: cuatro palabras costosas”

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