Francisco siempre
Siempre que la humanidad da la espalada a la solidaridad, a la virtud y al bien hacer, la historia nos sorprende con algún tipo de despertar. Nos ofrece algo que nos impide volver a la caverna, que restablece nuestra dignidad interior, que nos obliga a prestar atención a los demás. Esto fue lo que hicieron figuras como san Francisco de Asís, Henri Dunant o Martin Luther King Jr. Esto es lo que hace, en los días que vivimos, Jorge Bergoglio.
En efecto, en los últimos meses el papa argentino dio tres importantes aportes al renacimiento colectivo del alma. En tiempos de profunda depresión, provocada por la pandemia, supo agitar las conciencias de creyentes y no creyentes. Con gestos y palabras trazó el camino de la esperanza.
La primera iniciativa fue el informe sobre cómo el Vaticano manejó el caso Theodore McCarrick, que pudo ascender a arzobispo de Washington no obstante las informaciones de que había abusado sexualmente de menores y adultos seminaristas. La asunción de culpabilidad es tan fuerte que incluso involucra a los dos papas anteriores. Tras esta confesión sin precedentes, Francisco renovó su “compromiso de erradicar este mal” y reforzó su autoridad moral dentro y fuera de la Iglesia.
Asimismo, el documento da forma a una victoria política absoluta frente a la corriente católica ultraconservadora, basada en EE.UU., que ha hecho todo lo posible para minar su pontificado