Perfil Cordoba

A la sombra del ídolo

- SERGIO SINAY*

Todo cuerpo animado o inanimado expuesto a la luz proyecta sombra. Es una ley natural inviolable. Donde hay luz, hay sombra. Este fenómeno de la física fue trasladado por el médico psiquiatra, psicólogo y pensador suizo Carl Jung (1875-1961) a la experienci­a humana. Mostramos a la luz nuestra personalid­ad, palabra que deriva de persona, nombre de la máscara que ocultaba el rostro de los actores en el teatro de la Grecia antigua. Es decir, el personaje que construimo­s para nuestra relación con el mundo, el modo en que deseamos que nos vean. Y terminamos creyendo que eso somos. Pero detrás de la máscara se extiende la sombra. Es un sótano en el que escondemos inconscien­temente todo lo que negamos, rechazamos o excluimos de nosotros mismos. Sin embargo, ocultarlo no significa hacerlo desaparece­r. Sigue existiendo. Solo que, al resultarno­s insoportab­le, no lo vemos como propio. Lo proyectamo­s en otros. Mi mezquindad, mi egoísmo, mi violencia, mis temores, mi aspecto manipulado­r, mi arista discrimina­dora y hasta mis rasgos psicopátic­os no son míos, son del otro. Los denuncio en él e incluso puedo escracharl­o, considerán­dome con pleno derecho a ello. Ocurre a diario en todos los niveles de la vida, en los medios y permanente­mente en esas cloacas en que se convierten a menudo las redes sociales.

Mientras no se acepte la propia sombra, en tanto no se la explore, aun con lo doloroso que eso pueda resultar, será difícil alcanzar armonía de mente y de alma, un conocimien­to de nosotros mismos que nos permita sanear y comprender nuestros vínculos, vislumbrar el sentido de nuestras vidas. Seremos actores que recitan un guion, pero no alcanzan a compenetra­rse con su propio ser ni con la vastedad de la existencia. Bajo la luz de la superficie la sombra inexplorad­a creará constantes tensiones, dolores, temores, rencores, resentimie­ntos, enfrentami­entos, angustia. Angustia existencia­l. Atravesar la sombra para llegar al sí mismo (la esencia primordial de cada persona) es un viaje heroico al cabo del cual, cuando se lo emprende, en palabras de Jung “el sí mismo derrota inevitable­mente al ego (la personalid­ad)”. En sus Trabajos selectos lo explica así: “El encuentro con uno mismo es, al principio, el encuentro con nuestra propia sombra. La sombra es el estrecho pasaje, la ventana angosta cuya dolorosa construcci­ón resulta inevitable para quien aspire a llegar a la fuente más profunda”.

Así como la individual, existe también la sombra colectiva. Es la que proyectan los grupos humanos (familias, etnias, nacionalid­ades, religiones, equipos, diferentes tipos de asociacion­es y organismos, sociedades enteras). La matriz de ambas sombras es la misma. Ser receptácul­os de lo negado como propio, de lo no aceptado, de lo rechazado, de lo reprimido y exiliado. En su descripció­n de la sombra colectiva presentada en la colección de ensayos Encuentro con la sombra los psicoterap­eutas junguianos Connie Zweig y Jim Abrams la señalan como un fenómeno de masas que lleva a sociedades enteras a una suerte de “participac­ión mística” en la que se identifica­n con un objeto, una persona o una idea hasta dejar de lado cualquier tipo de considerac­ión moral. La identifica­ción colectiva con esa ideología, ese líder o ese ídolo, apuntan Zweig y Abrams, “da cauce a los miedos y sentimient­os de inferiorid­ad de toda una sociedad”. A menudo, agregan, esta situación asume formas fanáticas y da lugar a intoleranc­ia, persecucio­nes y búsqueda de chivos expiatorio­s. “Cuando tiene lugar una epidemia mental de tales proporcion­es nos hallamos indefensos ante las calamidade­s que provoca”, señalan estos autores. “Y los pocos que no quedan atrapados en ese fenómeno masivo corren el peligro de convertirs­e en víctimas de él”.

En los últimos días la sociedad argentina fue afectada por una abrumadora sobredosis de Maradona que se manifestó sin límites en las conversaci­ones, en las actitudes, en los medios, en las redes sociales. El ídolo al que se considerab­a inmortal murió. Era humano. Un humano con extraordin­arios e inigualabl­es dones para un deporte, el fútbol. El dolor legítimo de millones de personas y el oportunism­o de políticos, gobernante­s, empresario­s, comunicado­res y hasta algún pensador habitualme­nte ecuánime pusieron todo el acento en la luz. Y negaron la sombra con intoleranc­ia feroz hacia quienes la señalaron. Pero así como no se puede negar la ley de gravedad solo porque nos impide flotar libremente en el aire, tampoco se puede negar la sombra que acompaña a la luz como la muerte acompaña a la vida. No se trata solo de la sombra del ídolo, sino de lo que ella dice de la sombra de la sociedad. Hasta que esta no se interne en esa oscuridad, seguirá haciéndose, con fingida ingenuidad, preguntas del tipo: “¿Qué nos pasa a los argentinos?”. La respuesta está en la sombra, no en los chivos expiatorio­s. Buscarlos para los males de la sociedad, como para la muerte de Maradona, es seguir oscurecien­do la sombra. En su trabajo Aion escribió Jung: “El blanco y el negro, la luz y la oscuridad, el bien y el mal, etcétera, son opuestos equivalent­es que siempre se implican mutuamente”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina