Inauguración del futuro
ella misma lo propuso, “con un mínimo de trucos”. Se trata de un tipo de literatura que encuentra en el sostén biográfico y, a veces, incluso autobiográfico, no tanto la forma de narrar una vida en particular, sino el modo de narrar la vida como una fuerza impersonal que, si por momentos necesita concretarse, para su relato, en un sujeto, lo hace de modo que este solo implica el sostén de una vida irreductible a la forma individual. En sus primeros textos, Lispector inventa una lengua propia, rica en metáforas inusuales, cambios metonímicos y efectos de extrañamiento, producidos por un flujo narrativo caracterizado por la descripción alusiva y la atención otorgada a detalles sensoriales. La potencia de su invención narrativa será reconocida y profundizada a lo largo de los años, pero esa torsión, esa intervención radical en la lengua portuguesa, aunque permanece, se va enrareciendo en sus textos posteriores, como si haber alcanzado la radicalidad más extrema que caracteriza su ficción posterior hubiera en cierto sentido aplacado esa furia primigenia de intervención en la lengua. En estos últimos textos, las tramas ralas, los juegos de perspectiva, la transformación absoluta en la construcción de personajes, parecen dejar en un relativo segundo plano a la lengua, que se vuelve más común, más banal, menos extraña en sus relaciones.
Otro modo de comprender la escritura de Lispector se hace evidente a partir de
publicada en 1973. Allí ya es innegable el abandono del molde tradicional de la novela en una escritura que, sin haber dejado de ocuparse de estados interiores, conjuga esta preocupación con algo definitivamente diferente y hasta opuesto: la preocupación por una cierta exterioridad de la escritura que se concentra tanto en descripciones de cosas y objetos como en la incorporación de fragmentos sobre animales, flores y hechos, que no encuentran justificación evidente para su inclusión en una trama que, por lo demás, ya ha dejado de existir en tanto tal, esto es, en tanto articulación de una historia en torno a un planteo, nudo, desarrollo y fin. De algún modo, esa transformación podría entenderse como, para tomar los términos de Lispector en una crónica de los años 60, una “inauguración del futuro”.
Tal vez la fascinación contemporánea por la literatura de Lispector pueda ser vista como síntoma de una insatisfacción de la literatura contemporánea con géneros definidos y estructurados que se concentran en historias individuales, como síntomas de una insatisfacción de la cultura contemporánea por las formas individualizantes y estables y un deseo, una pulsión, por formas más comunes e impersonales que logren narrar, contener e imaginar, más allá del individuo, la noción de una experiencia ajena y al mismo tiempo íntima a la que el mundo contemporáneo nos confronta. Si no se trata de un síntoma, lo cierto es que, al haber llegado al hueso desnudo de la narración, al haber llevado la literatura a poder decirlo todo sobre lo humano, como señaló Evando de Nascimento, Clarice Lispector se convirtió en una inspiración fértil para que la cultura contemporánea fuera ensayando y encontrando formas y dispositivos poderosos para expandir sus fronteras.