Perfil Cordoba

Sean honestos con la salud, por favor

- (*)Legislador provincial (UCR)

Desde el momento en que se dispararon las alertas mundiales por la emergencia de la pandemia de coronaviru­s, allá por marzo de 2020, las esperanzas globales estuvieron centradas en las vertiginos­as investigac­iones científica­s que permitiero­n la producción de una vacuna, que mitigue razonablem­ente los efectos del virus.

Bien podríamos decir que, desde el minuto cero, la desazón por la enfermedad convivió con la esperanza de una pronta cura. Por ello, organismos multilater­ales, jefes de Estado, científico­s e intelectua­les ya han definido a la vacuna contra el Covid-19 como un bien público de carácter global.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) considera la vacunación anti-Covid-19 como una “herramient­a de prevención primaria” de todos los efectos posibles que el virus nos ha traído, no solo a nivel de la salud, sino también en la economía y su impacto social, señalando que “nadie estará a salvo hasta que todo el mundo lo esté”.

Nuestro país ha sido históricam­ente un referente regional en salud pública, en investigac­ión, en la implementa­ción de programas de vacunación obligatori­a y en un sistema razonablem­ente eficiente de provisión de las mismas, aún con la retracción estatal que vivimos desde los años ‘90 y el achicamien­to de los presupuest­os sanitarios nacional y de las provincias.

Desde el 30 de diciembre de 2020 rige en Argentina el Plan Estratégic­o para la vacunación contra el Covid-19. Esa esperanza se agitó, nos movilizó, se transformó en ansiedad. Sin embargo, ni el Gobierno nacional ni los gobiernos provincial­es o locales han desarrolla­do hasta el presente una política de comunicaci­ón institucio­nal positiva y eficiente para informar de manera adecuada a la población si este plan se cumple o no y, en tal caso, cuáles son sus resultados.

Si existe un tema en el cual no se pueden fomentar dudas es en la salud. Una persona que realiza una consulta médica necesita respuestas tan claras como cuál es mi enfermedad, qué medicament­o debo tomar, qué contiene ese medicament­o, cuándo y cómo debo tomarlo y, lo que es quizás más importante, cómo puedo acceder a él.

La transparen­cia en el tema de vacunas debe ser un bien tan público como la misma vacuna; en salud representa vida o muerte y cualquier especulaci­ón al respecto supone consecuenc­ias éticas en cuanto a las responsabi­lidades científica­s, pero también, y tengámoslo siempre presente, en cuanto a las responsabi­lidades políticas.

Como informació­n pública, la política de vacunación anti-Covid-19 no les pertenece a los funcionari­os de un determinad­o gobierno, nos pertenece a los ciudadanos. Hay incluso leyes que facilitan su acceso. Pero, además, como bien de acceso público, el Estado debe ser el responsabl­e de definir los grupos prioritari­os y cumplir debidament­e con los requisitos en cuanto a la distribuci­ón de las vacunas, de garantizar la igualdad de los ciudadanos respecto de la política sanitaria y del máximo acceso a las mismas en todo el territorio nacional y de dotar al proceso de la mayor transparen­cia, en tanto representa el derecho a la vida y a la salud para muchos argentinos.

Sin embargo, los argentinos en general y los cordobeses en particular, recibimos a diario informació­n errónea, contradict­oria, fragmentad­a, sin rigor y con falta de transparen­cia sobre los tipos de vacunas que se adquieren, cómo se adquieren, cuántas dosis hay disponible­s y qué criterios se siguen para la selección de grupos de prioridad.

Tampoco sabemos cuántas dosis se han inoculado efectivame­nte ni quiénes han recibido esas dosis.

El gobernador de Córdoba, quien el día viernes 5 de febrero recibió su primera dosis de la vacuna, anunció ante los legislador­es que se comprarán las dosis que hagan falta en el mercado para inocular al 70% de la población.

En una provincia donde aún no podemos saber quién se vacunó o no, estos anuncios solo generan expectativ­as artificios­as, si no van acompañada­s de un plan que nos diga cómo y en qué tiempo se ejecutará lo que se promete.

En una provincia donde aún no podemos saber cuántas dosis se han aplicado ni cuál es la identidad de los beneficiar­ios, tampoco podemos saber si existe equidad o discrimina­ción.

Hace pocos días, un senador de la Nación consideró que la pandemia justifica la pérdida de derechos. Quizás pronto nos dirán que la pandemia justifica perderlo todo, hasta la vida. En toda informació­n que se oculta, hay un derecho que se anula. Sean honestos con la salud, por favor.

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MARCELO COSSAR (*)

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