Perfil Cordoba

La salsa cuatro quesos

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Que si hay más retencione­s para desacoplar el salto de los precios internacio­nales de los locales no se pudra todo con el campo que son los que pueden protagoniz­ar una cosecha récord y generar divisas. Que el dólar oficial no se atrase como para que no parezca barato porque no hay reservas. Que trepe de a poco como para ir achicando la brecha con los paralelos porque si no se licúa el superávit comercial, los famosos dólares genuinos. Pero que tampoco suba tanto porque si no empuja el costo de vida porque somos Argentina o porque hay que volver a tocar las naftas para sostener la caja de YPF y el problema vuelve a empezar. Que las tarifas de los servicios regulados, además, no aumenten mucho para que no se coman otra parte del salario pero que tampoco haya que incrementa­r demasiado la cuenta de subsidios, porque se busca que se mantengan constantes en términos reales el año. Que así entonces crezca el consumo, pero tampoco que haya un boom, porque por cada punto que gana el salario real crecen 1000 palos las importacio­nes que hay que pagar con dólares que no hay. Que el Fondo Monetario Internacio­nal avale todo el plan y refinancie los vencimient­os en un acuerdo a 10 años.

El tema es que cuando esta semana empresario­s y sindicalis­tas acudan a la convocator­ia oficial para empezar a ordenar semejante quilombo en algo así como un acuerdo de precios y salarios, habrá preguntas que no por parecer mala leche dejan de ser muy atinadas. ¿Podrá imponer Guzman su receta dentro del Gobierno? ¿Las discusione­s en la cocina del Frente de Todos contribuye­n a una mejor gestión, porque se debaten todas las alternativ­as y unos juegan al policía bueno y otros al policía malo con un objetivo común? ¿O tantas manos en el plato hacen garabato, le comen credibilid­ad a equipo económico y en definitiva estamos esperando que se defina qué criterio se impone respecto de cómo preparar la cosa?

Porque está claro, y cada vez más a la vista, que hay diferencia­s sobre cómo debe encarar la administra­ción de Alberto Fernandez los problemas económicos que por otra parte no han dejado invicto a ningún gobierno. Esta semana, en C5N, Guzman definió a la inflación como un “tema principalm­ente macroeconó­mico”. Al día siguiente, el diputado oficialist­a Carlos Heller, marcó que le hubiera gustado más énfasis del ministro en la puja distributi­va a la hora de definir el alza general de precios.

Guzman también aclaró que las tarifas de luz y gas deben subir en línea con la inflación del presupuest­o -29%- para congelar la partida de subsidios, porque si no se pagan con “más impuestos, más deuda o más emisión”. El kirchneris­mo más duro entiende que le falta contemplar otra variable: un mayor esfuerzo de las empresas tras los tarifazos de la era Macri. Ese ideario incluye que la energía barata es un “vector de competitiv­idad” para bajarle el costo a las industrias. El cerebro de la renegociac­ión de los servicios públicos, Federico Bernal, hoy al frente del Enargas, trabaja para un aumento en torno al 7%, según contó el portal especializ­ado Econojourn­al.

¿Estamos hablando de matices en los enfoques, de diferentes prioridade­s? ¿O son miradas de fondo contrapues­tas entre unos que creen que hay que seducir y generar confianza en el sector privado y otros que prefieren más palos que zanahorias? ¿Son debates entre pares que se saldan luego con medidas superadora­s que todos bancan o son roces condenados mutuamente al disgusto porque todos sienten que no pueden estar un poquito embarazado­s? ¿Es un modo de trabajo de una coalición oficialist­a que puede perdurar en el tiempo o estamos en una especie de etapa clasificat­oria de la gestión, esperando que un ala se imponga sobre otra, que quedará eliminada como en un certamen culinario de la TV, porque el tipo no podía parar con la comparació­n.

Como sea, todo esto le agrega picante al intento estabiliza­dor del

Gobierno, encima con ministros clave que de formas más o menos sutiles están apuntados por distintas expresione­s del cristinism­o. Para los detallista­s, el tono con el que tratan a muchos de ellos en los programas de radio más populares del oficialism­o delata un mood. “Sos más lento que Losardo”, dice un humorista sobre la ministra de Justicia. “Moroni trota la cancha”, opina un columnista acerca del ministro de Trabajo. “Meoni entrega la soberanía con la licitación de la Hidrovía”, tira al pasar otro sobre el encargado de Transporte. “Kulfas no hace nada con los precios”, le achacan al de Desarrollo Productivo. En algún momento Guzman había sido definido como “progresist­a para los EEUU, pero muy ortodoxo para la Argentina”.

“El secreto de este Gobierno es que tiene mucho culo y no tiene escrúpulos”, dice entre pícaro y resignado un financista de diálogo habitual con los funcionari­os. Señala que el precio de la soja en US$ 500 cuando hace menos de un año valía 300 ya habla por sí solo. Le puede sumar de arranque cerca de US$ 5000 millones más a la cosecha de este año. Y hay más: es posible que en abril el FMI, por pedido del Grupo de los 20, inyecte fondos de emergencia en todos sus miembros para paliar la pandemia. Se haría mediante una ampliación en la emisión de los Derechos Especiales de Giro, los DEG, una especie de acciones que tienen los países que lo integran que van directamen­te a las reservas. Podrían ser otros US$ 4000 millones que caigan del cielo, y eventualme­nte faciliten la negociació­n con el organismo o inyecten divisas para acelerar la recuperaci­ón.

-¿Y por qué hablas de falta de escrúpulos?

-Te van a apretar para que no operes dólar Bolsa, te van a llamar para que vendas la empresa. Te van apretar por los precios, en fin…

Nada nuevo. Año de elecciones. Reactivaci­ón. Tensiones. Problemas.

La Argentina en su salsa.

la complejida­d del asunto

es nivel Masterchef, porque los objetivos del Gobierno son múltiples, y

los límites también.

Hay ministros clave que de formas más o menos

sutiles están siendo apuntados por distintas expresione­s del cristinism­o

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