Imagen de una vacuna
Cada año mueren en Pakistán más de 150 mil niños por enfermedades que podrían evitarse con una simple vacuna. Pero los paquistaníes desconfían de las campañas de vacunación impulsadas por organizaciones occidentales, desde que la CIA implementó un plan ficticio de vacunación que ocultaba el objetivo de rastrear ADN de alguno de los hijos de Osama Bin Laden, para confirmar la presencia del líder de Al Qaeda en ese país y así poder iniciar la invasión de los Navy Seals.
La fachada de vacunación orquestada por los agentes de inteligencia fue documentada en una impecable investigación académica realizada por la científica y periodista Sara Reardon para la revista en 2011. El trabajo no solo refleja la impunidad de Estados Unidos en el mundo árabe, también representa uno de los más tristes ejemplos del flagelo que enfrenta una sociedad cuando desconfía de las vacunas.
En medio de una pandemia que muestra claros indicios de no querer retroceder, la confianza en las vacunas se vuelve un tema prioritario. El Grupo Asesor Estratégico de Expertos en Inmunización (SAGE, según sus siglas en inglés), el principal organismo que recomienda acciones sobre vacunas a la Organización Mundial de la Salud (OMS), advirtió que el mayor obstáculo contra el coronavirus es el “retraso en la aceptación o rechazo de la vacunación a pesar de la disponibilidad de servicios”.
Según SAGE hay tres aspectos a tener en cuenta: complacencia, confianza y conveniencia. Por “complacencia” se hace mención a la baja percepción del riesgo de una enfermedad, por lo que una vacunación puede ser considerada innecesaria. La “confianza” se refiere a la imagen de solidez que ostentan los sistemas sanitarios. Mientras que la “conveniencia” implica la disponibilidad y distribución de las vacunas. Los expertos aseguran que se necesitan más esfuerzos en esta tríada para derrotar al Covid.
Es que la desconfianza en las vacunas se observa en todo el mundo. En “Una futura campaña contra el Covid-19 en riesgo de vacilación y politización de la vacuna”, publicado el mes pasado por la revista
se analiza la situación de Francia y se señala que el 37% de las personas de bajos ingresos, el 22% de las personas mayores y el 36% de las mujeres jóvenes no están dispuestas a vacunarse, incluso, si pudieran hacerlo.
Mientras que en “Consecuencias de la duda sobre la vacuna Covid-19 en un estudio longitudinal de hogares del Reino Unido”, publicado recientemente por el que depende de la Universidad de Yale, se presentan datos del Reino Unido que confirman que la sospecha en la vacuna contra el coronavirus es particularmente alta en los grupos étnicos negros (72%), paquistaníes / bangladesíes (42%) y blancos no británicos / irlandeses (26%).
La situación en Estados Unidos también es preocupante. En “Covid-19 y dudas sobre vacunas. Un desafío a superar”, publicado en enero por el se demostró que la vacilación sobre la vacuna contra el coronavirus es mayor entre los afroamericanos, las mujeres y los conservadores.
La incertidumbre sobre las vacunas atenta contra los enormes desafíos que enfrenta la comunidad científica y la industria farmacéutica. Eso es lo que se desprende de la publicación “Reacción a la vacuna Covid-19 en todo el mundo: una revisión sistemática de tasas de aceptación”, realizado por Malik Sallam para la Universidad de Jordan.
El ensayo fue publicado en diciembre pasado y proporcionó una evaluación actualizada de las tasas de aceptación de las vacunas contra el coronavirus en gran parte del mundo, en base a resultados de treinta estudios académicos y el análisis de encuestas realizadas en 33 países.
El paper concluye que las naciones que presentan las mayores cifras de aceptación de las vacunas pocas veces superan índices del 70%, mientras que en algunos lugares el respaldo solo alcanza al 55%. En promedio, las tasas más altas de confianza se observan en Europa, Asia y América Latina. En tanto que en Rusia, Medio Oriente, Europa del Este y África aparece la mayor incredulidad.
La imagen que una sociedad tiene sobre las vacunas parece ser fundamental para revertir la pandemia. No alcanza el poder científico, también se necesita confianza.
Lo que sucedió esta semana en la provincia de Buenos Aires puede ser un buen ejemplo de este fenómeno: hasta que se dio a conocer la alta efectividad que presenta la Sputnik V, solo poco más de un millón de bonaerenses se habían registrado para recibir la vacuna rusa sobre una población de casi 17 millones de habitantes. La cifra de voluntarios se duplicó a los pocos días.