Mundo matrix
que pueden realizar un delivery, ser bailarines perfectos o presentadores de noticias en TV.
Lo que llamábamos “ciencia ficción” es hoy una realidad cotidiana. Todo se va deshumanizando. Agregando los minichips que se implantan en el cuerpo humano con fines sexuales, terapéuticos contra el dolor u otras enfermedades y, sobre todo, para identificar a las personas. Esos chips almacenan información y servirán para que cada persona pueda ser controlada, una por una.
Dicen que esos minichips responden a una iniciativa del Banco Mundial y de la ONU que prevé su obligatoriedad antes del año 2030.
Advertimos, pues, notables metamorfosis en la identidad, en la sensibilidad, en la estética. Hasta en la moda hay una tendencia “gender less”, y está también la aparición del lenguaje inclusivo. Si bien todo eso tiene un lado positivo en cuanto a una mayor apertura mental y a la disminución de prejuicios, a la vez, y paradójicamente, se termina en la restricción de otras libertades. ¿Acaso no somos ya esclavos adictos a los celulares y a internet? La humanidad ya está atrapada en la dependencia de las máquinas.
“Civilización es esterilización”, escribió Aldous Huxley en su inmenso libro (1932). Y también dijo: “En una era de población acelerada y con métodos eficientes de comunicación masiva, ¿podemos preservar la integridad y reafirmar el valor del individuo humano?”.
Las nuevas realidades que estamos viviendo, el nuevo orden mundial, los virus que irrumpieron de golpe y cuyos resortes no entendemos del todo, la guerra de las vacunas y el predominio de lo virtual nos hablan de un mundo sin piedad, sin sentimientos, un universo hecho por y para jóvenes, donde los viejos no cuajan.
El planeta está que arde… no da más. Huracanes, temblores, nieve en el desierto, volcanes en erupción, temperaturas extremas. Ya hay gente que está trabajando para enfriar la Tierra. Quieren tapar el Sol echando carbonato de calcio en la estratosfera.
¿Será todo esto algo así como el advenimiento de un reino del mal? Pero ¿qué es el mal? ¿Viene de afuera? ¿Es ajeno a nosotros? Dios no creó el mal, sostenía Einstein. “El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos”.
Quizás sea demasiado tarde para plantearse estas cosas. ¿O aún estamos a tiempo?